Me llamaban Coyote – ‘Dusty en Velvet de camino a Memphis’

¿Quién no se ha leído alguna vez la contraportada de una novela y con más cara que espalda la ha reseñado y si cuela cuela?

Con Velvet ha llegado mi oportunidad: el piloto casi entero y, entre cabezada y cabezada, un momento sublime de la televisión patria: la mismísima Grace Kelly comprando moda española que ya saben lo valorada que estaba. Además de otro momento inesperado: Dusty Springfield cantando solo para mí, como canta La Casa Azul.

Lo mejor de Velvet es que no es un producto Globomedia que sienta delante de la tele a la familia al completo: desde el Chechu al abuelo del Chechu. Lo peor es que realmente no es tan diferente a un producto Globomedia, eso sí, sin Belén Rueda y sin Emilio Aragón.

Lo mejor de Veltet si fuese una serie de 2012 o 2013 sería la presencia de Miguel Ángel Silvestre; lo peor es que estamos en 2014 y ya solo se habla de Rubén Cortada y de El Príncipe. Lo mejor también es la presencia de Paula Echeverría y de Manuela Velasco; lo peor, a diferencia de El Príncipe, es que no muestran alegres sus pechos.

Velvet la ha creado Ramón Campos y, si les digo que es el creador de Gran Hotel, ya se pueden imaginar de qué va. Y la música la ha compuesto Lucio Godoy, el mismo de Crematorio, y esta serie palabras mayores.

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Me llamaban Coyote – ‘Masters of sex: las canciones de madrugada de Sean Nicholas Savage para una segunda temporada’

Desde sus títulos de crédito, que tanto recuerdan a los de Dexter, Master of Sex rezuma sexo.

Sexo de época, sexo pedagógico, con coartada (como me decía Romu López), ya que trata sobre Masters y Johnson, la biografía de los autores del famoso estudio de sexualidad en el que participaron varias parejas norteamericanas y que con el tiempo se ha convertido en un clásico de las bibliotecas de Estados Unidos.

Los años 60 y la tan cacareada revolución sexual, la década en que poco a poco EEUU deja de ser Pleasantville y que tan bien explica a través de la evolución de sus anuncios Thomas Frank en La conquista de lo cool. Porque Master of sex quiere ser Mad Men, quizá sin la sutileza de ésta, pero con unos actorazos que suplen con talento lo que le falta al guión.

Master of sex son su pareja protagonista intepretada por Lizzy Caplan y Michael Sheen y otras parejas como Beau Bridges y Allison Janney (sí, cada noche repito tres veces ante el espejo «CJ» (su personaje de El Ala oeste…) como si fuese Candyman).

En la banda sonora de Master of sex conviven Pat Boone y Elvis Presley con contemporáneos como James Blake (o los propios actores cantando) que, aunque abajo, aparece en la lista que han parido Tébar y Helmet. Con su Overgrown ha copado la mayoría de listas de 2013. Independientes, signifique lo que signifique, o no (se ha alzado con el premio Mercury). Soul del siglo XXI, como el single Retrograde que cierra el segundo capítulo de la primera temporada.

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Me llamaban Coyote – ‘Bebe, Manu Chao, Josh Rouse, La Casa Azul… ¿qué tienen en común?’

Bebe, Manu Chao, El Langui, Luz Casal, Jorge Drexler… ¿Qué tienen en común? ¿Y qué les une a Josh Rouse? El hecho de haber ganado uno de esos premios que tan pronto se olvida, el Goya a la mejor canción original, que se entrega desde el año 1986.

Este año la canción ganadora fue «Do yo really want to be in love» del norteamericano afincado en España, Josh Rouse, por La Gran Familia Española. Compuso la banda sonora entera, pero fue otro estadounidense, Pat Metheny, el que se llevó el premio a la Mejor Música Original por Vivir es fácil con los ojos cerrados, película que homenajea en su mismo título al «Strawberry fields forever» de los Beatles.

La Gran Familia Española ha sido uno de los escasos éxitos de taquilla españoles del año 2013: esa mezcla de comedia y drama ha funcionado, como le funcionaba a Telecinco y Globomedia con Médico de familia y Los Serrano pero ya no le funciona con B&B.

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Me llamaban Coyote – ‘El Trainspotting de Begbie y Underworld: un vistazo al cine de los 90’

¿Qué nos dejaron los 90?

El cine de Kieslowski y su trilogía con esa Song for Unification of Europa de Preisner y sus tres actrices, Binoche, Delpy y Jacob, mi favorita.

Aunque prefiero Clueless. Fuera de Onda, con Alicia Silverstone, la del vídeo de Aerosmith y otro que se volvió viral alimentando a su bebé como un pollito. Y sobre todo Atrapado en el tiempo con Bill Murray y ese I got you babe que pensé que era de Dylan. Y no, es de Sonny y Cher. A estas dos regreso un par de veces al año. Mientras que tengo fobia a los ratones de Azul, me entristece mi favorita de las tres, Blanco -aunque tenga la peor metáfora de orgasmo que recuerdo-, y sí también vuelvo a la Jacob y sueños con esos carteles donde aparece.

¿Qué nos dejaron los 90?

Fue Beautiful Girls su película generacional. Pero de qué generación: porque nosotros éramos más viejos que la Portman pero más jóvenes que la Thurman. No fue nuestra generación aquella. Como tampoco fue la nuestra la de Warriors (1979), aunque ahora reivindiquemos las dos.

Si el cine de los 90 fue profiláctico, entonces su película sería Gattaca, con la banda sonora de Michael Nyman. Tanto me gustó que nunca he querido verla otra vez.

Reservoir Dogs, mientras repasaba mentalmente películas, la descarté porque era territorio Zaplana, aunque menuda banda sonora (y aún espero su monográfico como el de Romu con David Simon).

Me quedaba Boyle, el Boyle no domesticado (aunque disfruté igualmente su Slumdog Millonaire y el Paper Planes de MIA), el de Tumba abierta y Trainspotting. Esta última a mí me impactó tanto como si hubiese visto El Pico (que de tanto contármela un amigo de borrachera llegó un momento que me dije para qué verla).

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Me llamaban Coyote – ‘Bored to death: la del escritor metido a detective fumado que canceló HBO’

Bored to death es una de esas series para las que los canales rivales -cuando campeaba en solitario sin competencia- podían decir «HBO también se equivoca». Duró tres temporadas hasta que la cancelaron (no hubo final; lo que quedó insinuado fue bastante bizarro) y cada vez surge una corriente mayor (bueno, dudo que exista tal corriente si me exceptuamos, pero quién sabe si la recuperan como Arrested Development, aunque en este caso mejor quedarse con el recuerdo) que piensa que el error fue cancelarla.

Creada por el escritor, periodista y bastante más Jonathan Ames, es la gran serie cultureta (deliciosamente cultureta, escribí de su primera temporada), con menciones a Almodóvar y Rossy de Palma y apariciones de Jim Jarmusch y bromas sobre enemas; en la segunda temporada las referencias y bromas casi privadas son menores y en la tercera pega un salto. Además de cultureta es muy «yo yo yo» (con permiso de Lena y su Girls, la que más: no he visto Louis CK) y en ese escritor con una sola novela que fue un éxito y en blanco para la segunda que, entre calada de porro y calada, se convierte en detective privado no dejamos de ver un trasunto del propio Jonathan Ames con la cara de Jason Schwartzman (primo de los Coppola, habitual de Wes Anderson…). Le acompaña el mejor Ted Danson que nunca he visto (enorme en la tercera temporada) y Zach Galifianakis. Y actrices estupendas como Kristen Wiig, Olympia Dukakis, Isla Fisher…

La intro, que te sumerge en un mundo pulp, es del propio Jason Schwartzman y su proyecto Coconut Records. Y en las tres temporadas hay canciones de bandas consagradas, desconocidas, de un solo disco. Tomen el episodio piloto: en poco más de 20 minutos Stephen Malkmus, Young Marble Giants (no una, varios trozos de canción) y TV on the Radio entre otros; el que cierra la serie en la tercera temporada solo dos canciones pero de qué dos grupos: The Magnetic Fields y de Ursula 1000.

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Me llamaban Coyote – ‘Windmills of your mind; la canción que dio oscar e inmortalidad a Noel Harrison’

Como acostumbro a comenzar el periódico por las necrológicas -qué sección ofrece historias tan interesantes como la del último exorcista o el inventor del quebab-, me sorprendió a finales de octubre la muerte de un «cantante, actor y esquiador olímpico» (¿tantas cosas en una sola vida?), como titulaba El País, y un subtítulo que es por el que aparece en esta sección «el hijo de Rex Harrison -actorazo, entre otras pelis del musical My Fair Lady o La Huella con Michael Caine- ganó un Oscar interpretando Windmills of your mind».

Esta canción pertenece a El caso de Thomas Crown (1968) de Norman Jewison (director de los musicales El violinista en el tejado y Jesucristo Superstar y de películas inolvidables como En el calor de la noche y El rey del juego), cuya banda sonora es obra del francés Michel Legrand, uno de los compositores de cine más importantes, quien, tras triunfar en Francia con Jacques Demy, hizo carrera en Hollywood con directores como Mulligan, Eastwood o Norman Jewison, al que al final recordaremos -me temo- más por alguna canción concreta que por sus grandes películas: este Windmills of your mine o el Hurricane de Bob Dylan que se canta en su Huracán Carter.

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Me llamaban Coyote – ‘Gigi (1958) en París y en mi revistero: the night they invented champagne’

Gigi me mira mientras escribo estas líneas. Aparto la vista del ordenador y Leslie Caron me guiña el ojo desde un revistero regalo de cumpleaños: mi cartel de cine favorito y también mi musical, obra del productor Arthur Freed (el visionario detrás de Cantando bajo la Lluvia, Brigadoon, Un americano en París, Cita en St. Louis) y del director Minnelli, que entre otras había trabajado con el primero en Cita en St. Louis. A Minnelli tanto le daba el musical (El Pirata, Yolanda y el ladrón…) como la comedia (El padre de la novia…) o el melodrama (Cautivos del mal, Como un torrente…).

En Cita en St. Louis conoció a la que fuera por un tiempo su esposa, Judy Garland, con la que tuvo a Liza Minnelli, actriz y cantante (Cabaret, New York New York…). Las andanzas del trío. O de madre e hija, darían para otro post. Uno rosa, de esa sección que nos hurtan en Tímpanos y Luciérnagas.

A Gigi (1958) vuelvo y revuelvo, que cantaba Calamaro, un par de veces al año. Me conquista desde ese comienzo en un parque parisino en el que Maurice Chevalier canta con su aire de vividor Thank heaven for little girls y vemos a Leslie Caron vestida de colegiala (se barajó para el papel de Gigi a Audrey Hepburn) hasta la misma Gigi, vestida de princesa cenicienta por una noche en Maxim, que en su habitación canta solitaria Say a prayer for me tonight. En verdad canta por ella Betty Wand (aunque no en la canción al final del post).

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Me llamaban Coyote – ‘And we wanna get loaded/And we wanna have a good time: Borracheras contra la nostalgia en Bienvenidos al fin del mundo’

Bienvenidos al fin del mundo es un cierre de oro para la trilogía que han parido Edgar Wright y Simon Pegg, como director guionista y actor guionista. Tres comedias en las que parodian o mezclan géneros -me gustaría encontrar otras palabras para que no se confunda con el Scary Movie de turno: la plaga zombie en Zombies Party (2004), la policíaca en Hot Fuzz (2007) -en castellano, Arma Fatal, un horror- y la ciencia ficción en Bienvenidos al fin del mundo con su claro homenaje a La invasión de ladrones de cuerpos de  Don Siegel (1956).

Comedia con un humor muy británico, corrosivo siempre, a veces absurdo, a veces melancólico, también responde al género de «veinte años después» o «cualquier tiempo pasado fue mejor»: unos amigos en la cuarentena -excelente reparto, con otro habitual de Wright como Nick Frost y Martin Freeman, el Watson del Sherlock de la BBC- tratan de concluir una «hazaña» de tiempos del instituto…

La banda sonora es un acierto porque escoge bandas y temas que escucharía un británico en los 90: Pulp, Suede, Blur, The Stone Roses, Teenage Fanclub… pero la palma se la lleva Primal Scream al comienzo: «Queremos ser libres/Queremos ser libres para hacer lo que queremos hacer/Y nos queremos emborrachar/Y nos lo queremos pasar bien» (We wanna be free/We wanna be free to do what we wanna do/And we wanna get loaded/And we wanna have a good time…). Su Loaded, que samplea al Peter Fonda de Los Ángeles del Infierno (Roger Corman, 1966) marca el tono de quienes fueron jóvenes en los 90, donde libertad equivalía a placer y quieren regresar a ese momento… aunque Pegg y Wright advierten en Bienvenidos al fin del mundo de los peligros de la nostalgia.

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Me llamaban Coyote – ‘Broadcast y Tortoise se pasan al cine de terror. Las bandas sonoras de Joseph Bishara’

Tras el exitazo de El Proyecto de la Bruja de Blair en el año 1999, le perdí la pista a uno de sus dos directores, Eduardo Sánchez, hasta que dos amigos me recomendaron en 2011 Lovely Molly, una película en la que el director prefiere, durante la mayor parte del metraje, insinuar antes que mostrar. El terror al susto. Así lo hicieron en su tiempo el productor Val Lewton (nada da más miedo que la oscuridad) y el director Jacques Tourneur (La mujer pantera -1942; Yo anduve con un zombie). Y le funciona, como también a James Wan el alejarse de Saw y sus secuelas para crear Insidious y El expediente Warren.

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Me llamaban Coyote – ‘Luz de luna: Bruce y Cybill, tensión sexual no resuelta’

Cómo alargar una serie en el tiempo: el secreto, antes de la proliferación de canales privados, consistía en conseguir sentar frente a la televisión a abuelos, hijos y nietos. Para ello, el cocktail parecía sencillo, pero no siempre funcionó la mezcla: humor blanco con unas gotitas de picante, misterio y romance.

Mucho romance, pero no sexo, con una pareja con eso tan difícil de valorar como la «química». Tensión sexual no resuelta (unresolved sexual tension) que funcionó en alguna comedia como Doctor en Alaska, pero cuyo hábitat natural eran las series de detectives, como Luz de Luna y Remington Steele (¿Expediente X?). Funcionó… y sigue funcionando. Vale, usted no ve Castle ni Bones (¿Fringe?), pero muchos sí. Al final, a quién demonios le importa el asesino si el romance promete. Un macguffin nada más. Queremos ver dobles juegos de palabras, miradas que lo dicen todo, un fundido en negro… (¿por qué los que no le damos una oportunidad -los que reconocemos aunque a desgana que de Fringe nos interesaban más las desventuras de Olivia y Peter que todo el universo paralelo- a Sira Quiroga y El tiempo entre costuras: además de romance, misterio, malos muy malos, tenemos paisjaes exóticos…?). Los problemas vienen en el momento en que los guionistas -valientes ellos- dan un pasito más y piensan: «si nosotros pintamos ya canas, tenemos mujer e hijos, Booth y Brennan también. Se llama evolución».

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