Hay nuevo disco de MOTT.
No se puede esquivar la importancia del Miradoor Estudio en este trabajo que hoy escupen al mundo. Obviamente, está grabado allí, porque Marc Omega practicamente vive entre sus paredes maquinando cada vez más producciones de grupos diversos hasta que se le calienta el morro y dice “¡nosotros también queremos y sabemos cómo hacerlo!”. Entonces sale al monte y grita los nombres de Lars y Airon al cielo. Siempre aparecen y empiezan a tantearse hasta que tienen los ojos rojos y la vena hinchada. Y los temas se encadenan. Y es importante que estén ahí, en el Miradoor, al dente, con las válvulas crujientes. En lo técnico, su sonido, nos encontramos con una de las mayores virtudes de esta colección de canciones. Suenan a busqueda de la eterna juventud, a oscuridad desencantada, intensos, transparentes en sus referencias y despreocupados pese al desencanto. Su arma es esa despreocupación, que bien canalizada se traduce en naturalidad. Hay que saber producirla, también. Luego está el ruido, que es más bien su aliado, y yo diría que un vehículo que en este segundo disco los aparca en 2017, no tanto en esos 90 nombrados hasta el hastío últimamente. MOTT es un grupo de ahora haciendo música de ahora, como tantos otros y al contrario que muchos.
Y Marco ha podido colar al final su balada al final del disco.
El resto son riffs engorilados y una base rítmica endiablada. Dadle al play y disfrutad del conjunto imperfecto.