El pasado sábado 27 de julio terminó la XX edición del festival cartagenero La Mar de Músicas, recortado en presupuesto y extensión, pero bastante bien organizado en poco más de una semana por distintos puntos de la ciudad y con conciertos al alcance de todos los públicos: tanto para paseantes que hacen un alto para ver qué se cuece en la Plaza del Ayuntamiento como para melómanos que pagan entrada para subir a las maravillosas ruinas de la Catedral o al Auditorio del Parque Torres, cuyo escenario acogió a la mayor parte de «pesos pesados» del festival, bajo las estrellas y refrescado por la brisa marina y los minis a 6 euros.
Desgraciadamente el Suzuki Santana de mi madre da para poco más que mis incursiones playeras y no he podido acercarme a todos los conciertos del festival, perdiéndome cosas suculentas como Dengue Dengue Dengue o Ebo Taylor. Así que, tirando de colegas y de algún que otro tren, el festival empezó para mí el sábado 21; subiendo la cuesta del Parque Torres al ritmo de ‘Camote’ de los peruanos por el mundo Novalima. Lo poco que había escuchado de ellos no me había dicho gran cosa, pero entonces vi este concierto en la KEXP que hizo que aumentase mi curiosidad. El tema es que dieron el concierto que más disfruté del festival: un auténtico generador de bombazos de música afroperuana con tintes dub que te pega en el pecho con una gran contundencia rítmica a cargo de sus dos percusionistas, y unas bases electrónicas que casan perfectamente con el sonido orgánico que desarrollaban el resto de músicos. La gran pericia instrumental junto al carisma de Rosa Milagros Guerrero (descalza durante todo el concierto) levantaron al público de sus asientos y agolparon a los más bailongos a la primera fila, para terminar el concierto con una invasión del escenario con ‘Festejo’, dedicada al difunto percusionista Manuel Vázquez.
La fineza de Novalima contrastó con el circo montado por La Pandilla Voladora, supergrupo formado por Canijo de Los Delincuentes, Lichis de la Cabra Mecánica, Muchachito Bombo Infierno, Albert Plá y el bailaor Tomasito. Según Salva Alambres, ‘los nuevos Parchís’. Vestidos de Super López y con solamente una grabación, eran a priori el plato fuerte de la noche y la causa de que el Parque Torres estuviese hasta la bandera y más allá. El concierto consistió básicamente en versiones de los diferentes proyectos de los miembros del grupo que todos hemos escuchado e incluso bailado hasta arriba de rebujito en las fiestas de nuestros pueblos. Una macroverbena garrapatera donde los cinco componentes iban respaldados por tres músicos de sesión que les permitían hacer el mono durante todo el concierto y contagiar a la multitud con su repertorio de chistes malos. Con Albert Plá y Lichis, cuerpos escombro, con sus impostadas voces de yonquis que cantaron, como diría mi padre, como si fueran “a devolver”. Fin de la cita. Nos salimos de la montonera y a por otra cerveza, mariposa. Pero para el siguiente concierto ya estábamos lo bastante fundidos y nuestro conductor demasiado sobrio como para prestarle la suficiente atención al rock mestizo y planeador de Miki González en el Castillo Árabe. Así que decidimos coger hacia Murcia.
Nuestra siguiente cita con el festival fue el miércoles 24, cuando llegamos a la Plaza del Ayuntamiento un poco tarde tras un percance en la autovía con la Guardia Civil a raíz de nuestra ansia por ver a los Cumbia All Stars. Sorprendentemente, la cosa estaba bastante animada y la gente levantada de sus asientos bailando los estándares de chicha peruana con los que la banda desgranó el concierto. Y es que hay que recordar que el grupo está compuesto por miembros de legendarias bandas como Los Beta 5, Los Destellos, Juaneco y Su Combo, Manzanita y su Conjunto o La Nueva Crema, entre otros. Para mí era algo extraño escuchar tales canciones, que solamente había escuchado en crujientes vinilos o en emepetreses ripeados de tales, ejecutadas con un sonido tan pulcro. Pero no paré en todo el concierto de cantar canciones como “Elsa” o “El Diablo” ni de tararear los punteos de guitarra de “Me robaron mi Runa Mula” o “Un Shipibo en España”. Como ya he mencionado, gran parte del público también estaba involucrada; en parte gracias a un frontman (Lucho Carrillo) comunicativo y de buen humor que incluso se atrevió a gritar “¡Arriba España!”, aunque después le informaron de la connotación de esas dos palabras juntas. Alguna que otra gamba instrumental también metieron, pero se les perdonaba todo por sus camisas tropicalistas y la pinta buena gente que tenían.
Tras un bocadillo de calamares con mayonesa, nos adentramos en el recinto de “La Barra Libre de La Mar”, situado justo en la explanada entre El Batel y el puerto para disfrutar de los conciertos gratuitos y de maravillosas ofertas como la de 5 minis por 15 euros. Hay que ir tomando nota de estas cosas. Primero fue el turno de los sensacionales Ondatrópica, otro combo de mitos de la mítica disquera colombiana Discos Fuentes reunidos por obra y gracia del colombiano Mario Galeano, de Frente Cumbiero, y el productor inglés Will “Quantic” Holland. Quizás fue el concierto que más ganas tenía de ver de todo el festival para comprobar si sonaban tan cañón como suena el discazo que se han marcado bajo la producción del músico inglés. Y la verdad es que no defraudaron, sonaron contundentes y apenas eché de menos los efectos psicodélicos que salpican el disco. Y así vimos anochecer, bailando entre el público que se iba animando cada vez más al ritmo de pelotazos de cumbia, salsa, porro e incluso ska. Fue un lujo ver a músicos como Michi Sarmiento o Aníbal Velásquez en plenas facultades desenvolviendo su sabiduría y buen hacer junto a los músicos más jóvenes, demostrando la vigencia de estos géneros en trallazos como “Punkera Sonidera”. ¡Yo quiero vivir 100 años!
Terminado el concierto de Ondatrópica, el recinto se fue petando para recibir a La Pegatina, de los que tuve la primera noticia de su existencia. El humorista Javier Coronas salió al escenario para celebrar el aniversario de la banda verbenero-skatalítica y embobar al beodo público con sus chascarrillos. Se valieron de confetis y demás artificios visuales, y de guiños botelloneros a melodías como ‘La Lambada’ o el ‘Sex bomb’ para que los fans allí presentes se fueran desprendiendo de sus camisetas con el consiguiente olor a sobaco. El tercer mini salpicado en mi espalda me hizo perder todo el interés y me salí de allí con mis chóferes rumbo de vuelta a Murcia.
Volvimos de nuevo al día siguiente para pillar de refilón el concierto de Monsieur Periné en la Plaza del Ayuntamiento. Se trataba de un interesante grupete colombiano de swing abierto de miras. Lamentablemente, y al igual que los demás grupos que tocaron en la Plaza del Ayuntamiento, fueron perjudicados por la hora y por el pobre sonido del emplazamiento. Aún así sonaba bastante resultón, lo que hacían estos jóvenes virtuosos, con una guapa y carismática cantante, y una increíble voz negra de carretero que provenía inexplicablemente de un guitarrista bajito, sobre todo cuando versionaron ‘When the Saints go marchin’ in”.
Después subimos a las ruinas de la Catedral para disfrutar bajo las estrellas del concierto de Julia Holter, en un ambiente íntimo y relajado. Aunque nos sentamos en la última fila, la magia de esta compositora californiana nos barrió la sesera. Acompañada de unos músicos (batería, violonchelo y saxofón) que más que tocar retorcían sus instrumentos, la peculiar voz Julia y su piano empaparon el lugar de ensoñadoras disonancias. Los bostezos de uno de los músicos y la acartonada voz con la que la cantante se dirigía al público (dijo que aquel era el edificio más antiguo donde había tocado) hacían sospechar de la fuente de inspiración de su música. Aunque no fuera así, a nosotros nos gustó imaginarlo. A veces parecía que el concierto se acercaba más al pop, pero de eso que te pones a tararear y no puedes. En fin, otro de mis conciertos favoritos del festival.
Con la brisica fresca del mar soplando, subimos de nuevo al auditorio del Parque Torres. Allí tenía lugar el concierto de la cantante Imany. Pese a su gran presencia sobre el escenario (ha sido modelo), el concierto nos resultó bastante aburrido y las versiones de clásicos de gente como Terence Trent D’Arby, Fugees, o los mismísimos Queen, bastante insípidas. La voz grave de la comorana (invitó al público a buscar en Wikipedia su lugar de origen), estaba arropada por una correcta banda que abordó las canciones con maneras soul y rhythm & blues descafeinado; incluso soltaron algún que otro chufletazo de reggae apto para concejales de cultura. Solamente hacia el final del concierto logró a animar a las tres cuartas partes del auditorio a seguir una coreografía facilona al ritmo de Janis Joplin. Al final del concierto, y cosidos a bostezos, decidimos volver a Murcia y ahorrar fuerzas para el finde que nos esperaba.
Así que volvimos el viernes para ver a Chicha Libre. Ya había escuchado por encima los discos que han hecho y no me habían hecho mucha gracia, a pesar de ser unos melómanos de la chicha peruana; pero iba con esperanza de que en directo sonasen más cañeros y crujientes. La cosa no fue así y además, el temprano horario y el disperso sonido de la Plaza del Ayuntamiento les jugó en contra. Al contrario que los Cumbia All Stars, no consiguieron conectar con la gente y sus caras parecían bastante desconcertadas. Anecdóticamente, también un grupo de manifestantes con pancartas en contra de los recortes y de la corrupción estuvieron al lado del escenario durante todo el concierto para más inri de los músicos. Concierto bastante flojo.
Por suerte, la noche se vendría arriba con Eli ‘Paperboy’ Reed & The Pepper Pots. Para esta ocasión Eli estuvo acompañado de la banda gerundense, con la que ya había colaborado, y se dejó a The True Loves en casa. No tienen la pegada de la banda americana ni conocen todo el repertorio, como más tarde reconocieron, pero solventaron el concierto centrándose en el segundo disco de Eli, de sonido más motown. Faltaron unos cuantos temazos, pero el zagal de los periódicos demostró que está hecho un auténtico soulman: sudó la gota gorda (primera vez que veo a alguien sudar por las corvas), se marcó sus speeches e interactuó con el entregado público, incluso en español; e incluso trepó por una de las escaleras del escenario. Al final del concierto, y con la guitarra hecha mistos, se permitió el lujo de improvisar dos bises con el saxofonista. ¡Infalible!
Para acabar la noche, subimos al Castillo Árabe para ver el ruidoso concierto de La Bien Querida. La banda en formato trío enterró las canciones, incluso las más mojabragas, en marañas de noise guitarrero cortesía de David Martínez, y contundentes bases electrónicas. Desde las primeras filas se podía sentirlo en el pecho, pero lo más divertido para mí fue ver las cabriolas de un person bailando desquiciado él solico junto a la valla del escenario.
El sábado llegó el ocaso de la décimonovena entrega del festival con un menú casi completamente femenino; el trío de féminas Julieta Venegas, La Mala Rodríguez y Javiera Mena conformaban los platos fuertes de la última noche, mientras que a modo de entrante el festival proponía a la banda sudafricana BCUC (Bantu Continua Uhuru Consciouness) que no saltamos por temor de empacho.
Como primer plato tuvimos la oportunidad de degustar a La Mala Rodríguez, que ya tuvo la oportunidad de participar en el cierre de la pasada edición del 2009. Llegamos al Parque Torres con la tranquilidad de no importarnos sólo repelar las migajas del concierto, ya que ninguno teníamos especial interés en este concierto (más bien tendiendo a cero), y nuestras preocupaciones se centraban en trazar un plan estratégico para llegar cuanto antes a la barra para pedir unas cervezas. Una vez dentro y con el concierto ya empezado, tuvimos que retrasar la visita a la barra contagiados por público entregadísimo y con una Mala con ganas de dar guerra. Un concierto que disfrutamos más de lo esperado con el desparpajo de la gaditana que venía a presentar su último disco “Bruja”. Sin duda lo mejor del concierto fue cuando invitó al público femenino más atrevido a subirse al escenario, y un chiquillo de no más de 12 años nos dejó a todos ojipláticos con una anfetamínica exhibición de break dance. Risas.
De segundo, la ya veterana del festival Julieta Venegas que por tercer año visitaba el Parque Torres. Su disco último disco, “Los Momentos”, cuyo título está inspirado en un poema de Borges salió del horno el pasado marzo, y tiene la particularidad de ser el disco latino más vendido por internet y del que ella misma dice «que tiene algo de melancólico y de dudas». El concierto, un tanto insípido, transcurrió tranquilo y sin sobresaltos. Sonaron canciones muy radiadas como “Limón y sal” o “Andar contigo”, además de atreverse a versionar «Sin documentos» de los Rodríguez, que el público aclamó. La Mala Rodriguez apareció inesperadamente (a juzgar por la cara de sorpresa de Julieta) en cuanto sonaron los primeros acordes de “Eres para mí”, y más premeditado pareció la invitación de Javiera Mena en «Algún día». No fue especialmente un concierto para recordar.
Al término del concierto de Julieta se nos obsequió con una proyección que hacía un recorrido por los sonidos de las pasadas ediciones que se fundió con un castillo de fuegos artificiales que anunciaba que el fin llegaba.
Y finalmente, a los postres nos esperaba en el Castillo Árabe la jovenzuela chilena Javiera Mena, enfundada en un una especie de pijama blanco que hizo bailar de lo lindo al personal que resistió a los anteriores conciertos (la mayoría escamparon) con su divertido technopop ochentero. Canciones de su último disco como “Luz de piedraluna” o “Primera estrella” hicieron bailar hasta al más soso, aunque fue con la versión del “Yo no te pido la luna” cuando hizo que ni un alma se quedara quieta. Guille Mostaza (componente de Ellos) acompañó a Javiera haciendo las veces de escudero multinstrumentista, con un atuendo un tanto hortera de bolera.
En fin, que me ha gustado mucho el festival. A ver si el año que viene repito y puedo devorar todos los conciertos.
Colaboración especial de Miriam Cánovas, con la crónica de la última noche del festival.
Las fotos las hemos cogido prestadas de la página de Facebook del festival.