Me llamaban Coyote – ‘Una revolución que no incita al baile: Pet Shop Boys y el acorazado Potemkin’

Deberes para esta semana: la revolución.

Y aunque debiera haberme decantado por «La revolución sexual» de la Casa Azul (que produce más alegrías y se ha demostrado más duradera), al final, una tan solemne como la Revolución Rusa y Eisenstein. Pero qué Eisenstein, si sus películas son mudas (bueno en algunos DVDs llevan música de Shostakovich y otros que me suenan a ruso).
Entonces se encendió una bombilla: ¿no hizo Pet Shop Boys con El acorazado Potemkin lo que Raúl Frutos a El Gabinete del Doctor Caligary y Jeff Mills a Las tres edades de Buster Keaton?

Sí, estrenaron una banda sonora para El acorazado en Londres con la Sinfónica de Dresde en el año 2004.
No es lo mismo Trafalgar Square que la cama de mi habitación. Pero con la música de Neil Tennant y Chris Lowe en los cascos, le di al play de la tele. Y funciona, porque cuando los cosacos atacan a la multitud pensé en lanzar la bolsa de pipas a la pantallas como si fueran un cocktail molotov. Aunque el saber que luego tocaba recogerlas congeló cualquier impulso revolucionario.

Bromas aparte, Eisenstein fue un artista de vanguardia, un maestro de la agitación y propaganda (su montaje, sus movimientos de las masas, sus primerísimos planos a una boca desencajada en un grito…) fascinado por la técnica y la velocidad, como los futuristas (aunque estos en su mayoría se proclamaron fascistas). Una filosofía aplicada a su cine que casa muy bien con el techno de Pet Shop Boys, como en la secuencia que cierra la película (falseada de la realidad, pero a los comunistas también les gustan los happy end: ¿qué creían?) y que el dúo titula For the Freedom. O en la larguísima After all (the Odessa Staircase): disparos, crescendos para simular el quejido de los heridos, la música que se acelera o ralentiza según los planos que marca el cineasta. Pocas escenas en la historia del cine tan estudiadas (y homenajeadas, por no decir otra palabra) como la de las escaleras… Y creo que Pet Shop Boys acierta al crear la música.

Pero me asalta la duda: yo desde mi cama, los londinenses en Trafalgar Square: ¿esta película, la música de los Pet Shop Boys, puede incitarnos a la revolución? ¿Y tan siquiera al baile? Como a la anarquista Emma Goldman, «si no puedo bailar, tu revolución no me interesa». Y la revolución rusa no se pudo bailar. Ni con Pet Shop Boys… ni con Hidrogenesse.

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