Edi Pou es un músico que, sin sacrificar ni un ápice de calidad en la ejecución de sus canciones, siempre demuestra originalidad, capacidad de sorprender y, en el buen sentido de la palabra, extravagancia. Llevamos ya un buen puñado de años pudiendo disfrutar de esta faceta suya en Za! y Los Sara Fontan, grupos en los que, entre otras cosas, se encarga de tocar la batería. Su otra faceta es la de periodista y desde 2018 podemos gozar de lo que supone extrapolar su carácter como músico a la radiodifusión en Vivalanumeración. Este es un programa de radio en el que Edi, de una manera increíblemente amena, nos deleita con su buen gusto y sabiduría sobre música, con especial atención a las canciones con características rítmicas peculiares.
Esta es ya la cuarta temporada del programa, pero creo que la peculiaridad del mismo permite remontarnos a su origen. ¿Cómo surge la idea de hacer Vivalanumeración? ¿En qué momento decides hacer un programa de radio dedicado a patrones rítmicos poco frecuentes?
La idea surge de mi trastorno obsesivo-compulsivo por clasificar. Antes de hacer el programa, ya configuraba listas ordenando las canciones por sus características rítmicas o tonales, independientemente del estilo y la época. Me gusta contar y analizar la música por dentro, es otra forma de gozar de ella. Quizá por eso me gusta tanto el minimalismo de gente como Steve Reich o Terry Riley, porque su música (muy influenciada por la polirritmia de la música popular africana) se basa en el cruce de compases, en crear texturas donde el cerebro intenta encontrar dónde está el “uno”, pero la respuesta a esa pregunta es múltiple y cambiante.
Dicho esto, cuando me propusieron de hacer un programa para la red de radios comunitarias de Barcelona (XRCB), sólo tuve que poner palabras entre los temas de esas listas que ya tenía. Una vez me puse a hacerlo, me di cuenta de que disfrutaba compartiendo mi trastorno, y de que había otra gente que disfrutaba escuchándolo.
Otro motivo por el que decidí centrarme en la estructura de la música por dentro es la voluntad militante de ignorar la música por fuera, de no centrarme en estilos, en escenas, en modas, en ghettos culturales… Creo que deseaba mostrar, con ejemplos, que la música popular puede ser tan compleja como la culta, o que culturas muy distintas comparten patrones similares.
Aunque has demostrado que en esto de los ritmos no hay prácticamente límites, en esta cuarta temporada has decidido dar un pequeño volantazo y reinventarte radiofónicamente con una serie de capítulos temáticos (con ritmos impares siempre, eso sí) y nuevos y sorprendentes giros narrativos. ¿Sentías que se había agotado la fórmula?
Sí: antes de empezar la temporada pensé que no quería repetir un año más de programas clasificados por compases y ritmos. Me aburría la idea, e imaginé que las numerarias y numerarios que escuchan el programa también se aburrirían. Aproveché 10 días de confinamiento «covidiano» en pleno agosto para repensar la fórmula y decidí clasificar las canciones en base a las sensaciones que nos producen. Misterio, rabia, euforia, calma, espiritualidad… Una fórmula que me permitía, una vez más, superar la barrera de estilo, época, escena musical. Eso sí, todas las canciones tienen que poseer alguna de las peculiaridades tratadas en las temporadas anteriores: cambios de ritmo, compases impares, polimetrías, notas infinitas, música sin ritmo alguno, música con cambios de ritmo constantes…
En cuanto a los “giros narrativos”, también empecé a aburrirme de mí mismo, de mi voz, de hacer de periodista radiofónico musical al uso. “La siguiente canción es un melocotonazo”, yatusabes. Como no trabajo en Radio 3, me puedo permitir probar formas distintas y absurdas de presentar las canciones, trucando mi voz, grabando cinco voces que gritan al unísono, hablando conmigo mismo, o conversando con un lector de texto robótico. Y a la buena gente de Radio Primavera Sound no sólo les parece bien, sino que lo celebran.
Siendo un programa de periodicidad mensual, más que el proceso de grabación, que también daría para hablar (sobre todo después de escuchar los programas más recientes), me gustaría conocer cómo es el proceso de preparación de un capítulo de Vivalanumeración. ¿Hay canciones que ya tengas en mente antes de incluso de empezar a idear un programa? ¿Cuánto tiempo te suele llevar completar el setlist? ¿Decides el tema de cada programa cada mes o los tienes ya decididos y ordenados al principio de cada temporada? ¿Sueles recordar con facilidad canciones que se ajusten a cada capítulo o te cuesta dedicarle unas cuantas horas a escuchar y hacer cuentas?
Para empezar, las listas están ahí, antes de que existiese Vivalanumeración, y se van agrandando cada día, cada vez que descubro una canción con un patrón rítmico interesante. En las tres temporadas anteriores, la temática de cada programa ha funcionado así: cuando una de estas listas tenía suficiente buen material para convertirse en programa, la convertía en episodio. En la cuarta temporada, en cambio, he hecho una enumeración previa de 11 sensaciones musicales que voy tratando mensualmente, episodio a episodio.
Antes de grabar, le destino un día entero, o dos, a configurar un setlist que sea suficientemente diverso, investigando músicas que no son tan cercanas a mi background musical, que es el rock experimental. Es ahí donde disfruto más, aprendiendo nuevos sonidos, documentándome sobre otras épocas, sobre culturas musicales infrarrepresentadas… Aprendo mucho haciendo este podcast, y esa es quizás la mayor recompensa.
Grabar es siempre rápido, sin muchas segundas tomas. John Coltrane decía que la primera toma era casi siempre la buena. En mi caso, no es que la primera sea buena, es que la segunda toma es peor que la primera, y la tercera es peor que la segunda. Así que me quedo con la primera.
En el pasado, en algunas entregas, exploraste la opción de los remixes, creando tus propias remezclas para ajustar canciones populares al ritmo que tocara en cada ocasión. ¿Es algo en lo que te hayas planteando profundizar más en próximas temporadas? ¿Y fuera del programa?
Los remixes impares (como convertir un tema de Nirvana, Sinatra, Billie Eilish o Bad Bunny a compás de cinco) son muy divertidos de hacer, pero también me aburrí del chiste y en esta temporada no lo estoy haciendo. A ver qué ocurre en la próxima…
Este es un programa que lleva aparentemente una carga de investigación alta, lo que desde mi punto de vista lo convierte ya en algo gratificante de hacer. Pero por concretar, ¿qué has descubierto gracias al programa que te haya sorprendido o agradado especialmente?
He descubierto muchos artistas, palos tradicionales, escenas enteras, que si no me hubiese puesto a investigar para el programa seguirían siendo desconocidas para mí. Eso es un regalo inmenso. Recuerdo descubrir y devorar toda la música de Meredith Monk (y preguntarme por qué no la conocía antes y sí conocía a tantos colegas suyos, todos hombres), o fascinarme con la música tradicional tanto de los Bosavi de Papúa como los pigmeos Mbuti, un amasijo de polirritmias muy simples a nivel individual, pero complejísimas cuando las escuchas en conjunto. Es una metáfora que me encanta y que nos recuerda que para hacer música increíble no hace falta tener una técnica increíble, sino estar dispuesto a escuchar, a poner atención y dedicación al colectivo.
Supuestamente has grabado entregas de Vivalanumeración, al menos en parte, en un coche en marcha, viajando en tren e incluso en medio del bosque. ¿Cuál es el lugar más raro en el que has grabado o ideado algo para el programa? ¿Hay algún lugar peculiar en el que te gustaría hacerlo?
La mayoría de estos programas en sitios curiosos fueron grabados así… ¡por necesidad! A menudo, la fecha de emisión del programa se acerca y me encuentro de gira. El del tren fue porque me iba a Suiza con Los Sara Fontan, otro en el que estoy de paseo por una ciudad me encontraba en Alemania con ZA!… Siempre intento aprovechar estas circunstancias y sacarle partido: por ejemplo, cuando me iba a tocar con ZA! & la TransMegaCobla a Huesca y compartía coche con Tarta Relena, el día anterior me preparé la playlist de sólo voces y percusiones para comentarla con ellas mientras conducíamos, y luego convertirlo en el episodio “Voces y Percus” de Vivalanumeración.
Hablemos de otros podcasts. Aparte del tuyo, entre mis favoritos actuales están ‘Pop y muerte’ (de Kiko Amat y Benja Villegas, también en Radio Primavera Sound), ‘Media Offline’ (de Carlo Padial, para Playground) y, uno que empecé a escucharlo cuando lo recomendaste en el programa, ‘Infrashow’ (de Miguel Noguera). ¿Qué otros podcasts recomendarías tú?
Me gustaría que hubiera más podcasts de música arriesgada, y si los hay, no los conozco. Uno de los pocos podcasts musicales que escucho cada semana es el Independent Music Podcast, donde en cada episodio presentan 10 nuevas canciones muy variadas entre sí, pero todas comparten ese riesgo, esa sorpresa, esa apuesta fuera de lo normal que agradezco.
En Radio Primavera Sound -donde se emite Vivalanumeración- creo que Andrea Gumes y Ana Pachecho son muy muy buenas abordando cualquier tema con frescor, rigor e inteligencia. Fuera de la música, otro podcast que escucho casi cada semana es Today in Focus de The Guardian: 30 minutos diarios centrados en sólo UNA noticia, tratada a fondo y con especialistas.
Y bueno, luego está el Infrashow de Miguel Noguera, que para mí no es un podcast, ni son episodios: es una performance artística de envergadura que se extiende en el tiempo. Tengo la suerte de haber trabajado y actuado con él hace años, y en momentos de flaqueza del Infrashow -porque es una apuesta dura y desagradecida- le he escrito algún Whatsapp para decirle que, para mí, lo que hace en el podcast con las palabras es lo mismo que hacía Cecil Taylor con las notas: improvisación libre. Pero no free jazz, sino una libertad REAL que supera los estilos, que se vacía totalmente de contenido, que no es nada que se haya dicho antes, porque no se está diciendo absolutamente NADA. Es una obra de arte, es un tratado de filosofía wittgensteniana y al mismo tiempo es un chiste malo, tedioso y que se está alargando mucho.
El otro día estaba en casa de un amigo y encendió la radio. No recuerdo cuando fue la vez anterior que había escuchado un programa de radio en directo en esta era de contenidos a la carta. De las emisoras de radio convencionales lo poco que consumo son programas como Las Noches de Ortega, La Vida Moderna o Nadie sabe nada, que son programas para nada convencionales, grabados y, salvo el primero, con más espectadores que oyentes, porque se emiten en Youtube. ¿Cuál es tu caso?
Pues yo escucho muchísima radio en directo. Soy adicto a Catalunya Informació (que es como la Radio 5 Todo Noticias de la radio pública catalana), la escucho a diario. Cada 30 minutos repiten las noticias, y yo quizás las escucho en bucle 4 veces. Otro trastorno obsesivo-compulsivo. Además, mi coche es viejo y no tiene bluetooth ni nada, por lo que casi cada día me doy una vuelta por la FM y caigo en Cadena Dial, MaximaFM, Rac1, la SER, etc. He trabajado más de 10 años en radios convencionales haciendo directos y me siguen gustando. Eso sí, también he trabajado muchos años en programas de humor y hoy en día no puedo con ellos: haber sido guionista de humor -bajo la presión de las audiencias, los nervios entre bambalinas y las mierdas de los directivos- me ha producido un efecto rechazo que me impide reír con alguien que pretende hacerme reír.
Ya que estamos, recomiéndanos algunos discos que estés escuchando últimamente en el que predominen los ritmos impares, los polirritmos o los patrones atípicos en general…
A ver, lo primero que me viene a la mente son los King Gizzard & the Lizard Wizard, que van a disco por semestre, y todos ellos plagados de ritmos impares, juegos tonales… De discos no sabría decirte muchos ahora mismo, pero el año pasado presencié una velada con tres propuestas repletas de ritmos impares que me voló la cabeza: Yegor Zabelov (acordeonista bielorruso que trabaja con loops y con emoción profunda), 13 Year Cicada (quizás mi grupo europeo favorito, math-pop arriesgado y fresco) y Hassan K (solista francés-iraní que hace surf-metal-árabe la guitarra, un clarinete MIDI y un mando de la Wii, el mejor concierto para el fin de una pandemia).
Para terminar, frivolicemos un poco: ¿A qué renunciarías para evitar un mundo en el que solo hubiera canciones en 4×4?
Renunciaría a tocar la batería -lo que más me gusta en el mundo- si todas las baterías del mundo sonasen en ritmos impares. Entonces, me pillaría un teclado muy simple en el Cash Converters y haría melodías muy tontas, de 4×4 todas, mientras los ritmos de las baterías se van descabalgando y cabalgando de mi melodía, en modo polimétrico, cuatro contra cinco, cuatro contra siete, cuatro contra once, cuatro contra Pi… Y así podría estar hasta el amanecer de los tiempos, feliz.