Nuevo fanzine

Esta foto, junto al código QR, es lo único que no es texto en mi último fanzine. Es el #9 de la serie CRLM, pero no es el noveno. Pero un 9 es un 6 al revés. Me parecía oportuno hablar sobre este bicho en una de mis publicaciones y si lees el texto que le corresponde, lo entenderás. Es uno de los seis que ocupan las 12 páginas en formato A5 que componen el fanzine, todos ellos cortos, aunque unos más que otros. Sí, son solo tres folios doblados por la mitad que contienen algunas historias reales y otras no tanto. Esta vez no hay entrevistas, es la primera vez que esto es así. Este libreto sin título, oficialmente al menos, y de portada absolutamente blanca es una recopilación de anécdotas, personales sobre todo, pero también ajenas, y alguna que otra licencia creativa. Como dirían Los Ganglios, son vivencias propias. He hecho una única copia, para mi colección, pero si realmente te interesa tenerlo puedes descargarlo libremente de Mega y hacer luego lo que te parezca oportuno. Solo tenéis que escanear el código o pinchar en el enlace que os dejo al final. Me consta que hay amigas y amigos que los están imprimiendo e incluso haciendo copias para repartir entre la gente que pueda estar interesada, lo cual me parece estupendo. Se agradece.

linktr.ee/fanzine9

Una buena mala foto (de Perro)

Perro en el pasillo hacia el escenario justo
antes de empezar un concierto en la sala Mamba.

 

Ni ellos ni yo recordamos con total seguridad qué dos temas eran, pero hemos llegado al consenso entre todos de que eran ‘Bicicleta’ e ‘Imposible’ las incluidas en su maqueta del Creajoven, aquellas que hicieron que saltara un clic en mi cabeza al escucharlos por primera vez. Hace ya casi 12 años de aquello y, entre un montón de grupos de estilos que no me interesaban o que directamente me parecían una mierda, la casualidad quiso que Perro quedase para el último en aquel repaso. No nos engañemos, el nombre no prometía mucho, pero a día de hoy, después de haberlos visto 16 veces en directo, me emociono aún en cierto modo cuando empiezan a tocarlas.

Luego llegó ‘Martillo’, su primera demo publicada, y todo lo demás. Fui a verlos en concierto a la primera oportunidad que tuve. No fue en la final del Creajoven, aunque se habían clasificado, porque renunciaron a tocar por la historia aquella del crucero, pero no tardó en llegar el momento, en la sala 12&medio junto a Los Últimos Bañistas. Ese mismo año los entrevisté por primera vez, cuando ni siquiera habían publicado ‘Alhabama’, su segunda demo. Un año después fueron la banda que escogimos para nuestro programa piloto cuando decidimos formalizar aquel proyecto en ciernes que hoy conocemos como Tímpanos y Luciérnagas, por el que más tarde pasaron en repetidas ocasiones. En 2013 escribí la carta de presentación de su primer disco y desde entonces Romu y yo hemos colaborado tanto con ellos como con su sello, Miel de Moscas, cada vez que ha surgido la ocasión.

En todo este tiempo hay algo que ha permanecido intacto y creo que esta foto lo refleja certeramente. Pase lo que pase, Perro son cuatro amigos que se lo siguen pasando igual de bien tocando juntos y haciendo disfrutar al personal como en sus inicios y que se aprecian sinceramente, sin necesidad de demostraciones de cara a la galería. Yo ni siquiera tenía que estar allí. Como en alguna otra ocasión, simplemente había ido a comerme su catering y beberme sus cervezas y al salir del camerino para ver el concierto me encontré con esta escena en el pasillo. Así que saqué el móvil y les hice esta foto borrosa para publicarla en mis historias de Instagram para recordaros que, aparte de todo lo que ya sabéis, también os parten al futbito.

Documento sin título

Aquel tipo se mostraba en público como una persona excéntrica, extravagante en lo estético, pero en su vida cotidiana paseaba al perro vestido con vaqueros, deportivas y camisetas de colores poco llamativos. Supongo que en una ciudad ya bastante gris en sí misma, a nadie le gusta sentirse observado, destacando sobre el anodino gris del asfalto, mientras recoge del suelo los excrementos de su mascota.


Documento sin título

«¿Nos vamos ya?», insistió El Grimo. Como en todas las anteriores ocasiones Miguelito respondió: «Espérate, que todavía tienen que tocar las buenas». Hacía ya tiempo que habían caído ‘Torito guapo’ y ‘Carabirubí’, imprescindibles en sus actuaciones, pero aparte de sus más conocidos melocotonazos, también habíamos tenido que soportar alguna que otra sevillana que ni la majestuosidad del traje blanco que lucía aquella noche compensaba. Nos quedaban un par de ases en la manga para retener a nuestros amigos hasta el final del concierto, ‘La Mandanga’ y ‘Ya está amaneciendo’, la canción de la serie ‘Menudo es mi padre’, que sabíamos que no incluía en su repertorio, pero ellos no. Sólo tendríamos que hacer uso de estos si, contra todo pronóstico, la velada no culminaba con ‘Apatrullando la ciudad’. No hizo falta, como era de esperar, con esta cerró su concierto y nosotros nos pudimos ir tranquilos a casa sabiendo que algún día podríamos contar que lo habíamos visto cantar en el campo de fútbol de Patiño.

 

De puretas y fanzines

Leo el artículo de Juarma sobre The Immortal Mice Men y pienso que podría ser perfectamente el argumento de una novela de Nick Hornby. Si en vez de en Illinois hubiera ocurrido en Granada, podría ser incluso el argumento de la próxima novela del propio Juarma. Pero se trata de una historia real. Un tanto rocambolesca, pero real. ¿Y qué mejor sitio para escribir sobre un músico de culto para unos pocos y totalmente desconocido para la inmensa mayoría que un fanzine (pureta) de limitadísima tirada? Si buscas por la red, encontrarás información al respecto, pero nadie te lo contará tan bien y con tanto detalle como el de Deifontes en su colaboración en Presbicia #1, la última y reciente publicación del dibujante valenciano José Tomás. Y el fanzine ya está agotado. Sirva esta curiosidad como punto de partida para una reflexión: en los tiempos de Internet y redes sociales, de la inmediatez, la sobreexposición y la fugacidad, de historias de Instagram y de Tik Tok, ¿qué nos empuja, especialmente a quienes nacimos en los años 70, a seguir creando publicaciones en papel de corto recorrido? Coincidiendo prácticamente con el lanzamiento de Presbicia, llegaba también El valor del necio, una recopilación de textos de mi amigo Arcadio Augusto González Gallego, asturiano afincado en Madrid, en formato fanzine. Ya agotado también. Así que aprovecho la coincidencia, justo cuando ando también discurriendo sobre la posibilidad de publicar una nueva entrega de mi fanzine, CRLM, en un futuro cercano (pero no demasiado), para hacer suya también esta reflexión.


 

Hablar de simple nostalgia sería simplificar demasiado. Cada cual en su particular medida, pero hoy en día casi todos somos parte de esta dinámica acelerada y explícita. Y creo que hay consenso sobre que todo tiempo pasado no fue necesariamente mejor, simplemente diferente. Entonces, ¿por qué seguimos haciendo fanzines? «Por costumbre», supone José Tomás. No es mi caso, aunque nunca he dejado de consumirlos, dejé de hacerlos en algún momento a principios de este siglo y hasta 2018 no regresé al papel, pero el creador de Presbicia no ha parado de publicar en este formato «desde los 15 años». «No es algo racional ni práctico. Quizás el fanzine sea mi zona de confort, un lugar tranquilo y calentito al que vuelvo regularmente, en el que estoy agustito. El formato del fanzine me fascinó en su día y me sigue fascinando actualmente. Es lo que conozco. Con Presbicia me planteé revivir la experiencia de hacer mi primer fanzine, pero 35 años más tarde», señala. “Es un formato que resulta familiar y cercano. Un ejercicio personal de pasión casi adolescente, sincero, honesto y accesible, al que uno puede asomarse muy fácilmente”, añade Arcadio. Su caso es distinto, a pesar de llevar prácticamente toda la vida involucrado en distintas bandas de hardcore punk, El valor del necio supone su estreno en la publicación de fanzines. “Muchos amigos y conocidos míos llevan años editando fanzines”, indica el de Avilés, “por eso tenía muy clara mi elección; un libro, aunque fuese pequeño y autoeditado, me parecía algo demasiado serio, puede que hasta pretencioso, al menos para mi debut. Si este proyecto fuese musical se editaría en forma de maqueta, en cinta y con portada en blanco y negro”.


Teniendo en cuenta que suelen ser publicaciones con poca audiencia, con «tiradas muy pequeñas», como señala José Tomás sobre las suyas, y con las que, obviamente, como indica Arcadio, “nadie se plantea ganarse la vida”, ¿puede darse el caso de que sea mayor el peso que tiene la propia satisfacción del autor frente al reconocimiento del público, del lector, como motivación para publicar un fanzine? «La mayoría de fanzines que he hecho ni siquiera los vendía, así que hablar de público suena un poco ridículo», advierte el valenciano. «Cuando hago un fanzine no tengo en cuenta a ningún tipo de público. Lo hago para mí, únicamente», concluye. “Primero está la propia satisfacción. Sin duda, un fanzine tiene que ver más con el yo que con el los demás”, señala Arcadio, aunque matiza sobre esta dicotomía, “pero seguramente, con el paso del tiempo y con el esfuerzo acumulado que implica hacerlo de una manera más o menos periódica, que tenga mejor o peor aceptación puede hacer que un proyecto dure más o menos tiempo. El cansancio y la desmotivación creo que llegan antes predicando en el desierto que en un auditorio a rebosar». No creo que le falte razón, pero también es cierto que cuando llevas más de veinte años vagando por el desierto, lo de predicar hasta se te ha olvidado. Como dice José Tomás, “si cuando está hecho le gusta a alguien, mejor que mejor”. Me siento identificado sin duda con esta filosofía, hace ya mucho tiempo que el gusto por escribir es el principal impulso para hacerlo, independientemente de su repercusión. Y hace tiempo también que hice mío aquello que decía CASCALES sobre «divertirse con el proceso antes que con el resultado», más aún cuando, aparte de escribir, se trata de liarse con las tijeras, las fotocopias y la grapadora. Lo importante es el camino y el entretenimiento asociado a este. «Lo disfruto mucho, incluido bajar a hacer las fotocopias, doblar las hojas y guillotinar (si se necesita), grapar y hacer los envíos», coincide José Tomás. “Hacerlo es un fin en sí mismo. El viaje es el trayecto, no el destino”, añade Arcadio. “Es una especie de arrebato que nos va robar tiempo, energías y hasta dinero, sin que no nos importe más que el aquí y el ahora”. En definitiva, un arrebato de romanticismo: “Es un primer amor, todo se entiende, no hay dudas y solo se vive en el presente”. Solo que para algunos este enamoramiento es un estado permanente… o al menos algo que reaparece cada cierto tiempo.


La canción del verano

Como 2019 son 20 más que 1999, en algún momento se me ocurrió que el próximo mes de septiembre sería buena fecha para volver a publicar un fanzine. Luego pensé: si solo hace un año que saqué el anterior y no 17, ¿qué necesidad hay? Y abandoné la idea de inmediato. Lo que sí he hecho este verano, aprovechando las vacaciones y otras circunstancias de la temporada, aparte de leer algo más de lo habitual, es volver a escuchar discos con cierto afán, que es algo que últimamente había dejado un poco apartado en favor de los podcasts. Estos, por ejemplo.

 

 

Conciertos: mi resumen de 2016

Que el primer concierto que vea seguramente este año sea de Futuro Terror es un arranque prometedor. Así que, ya que no hago lista de mejores discos del año, porque no me sale, diré que 2016 ha sido un buen año, a pesar de todo, de música en directo. He disfrutado por igual viendo, otra vez, a Neil Young rodeado de miles de personas y en un local de ensayo, apiñado junto a otras 30 personas, viendo a Fuêgo, Tumefactum y Sabotaje. Lo he gozado como hacía tiempo que no lo hacía viendo el show místico tribal de Schwarz y Triángulo de amor bizarro en el Lemon Pop me peinaron para atrás en su momento justo y en el modo apropiado. Rejuvenecí 15 años de golpe viendo a Milkhouse y viendo a la gente de Nueva Generación tocando y organizando giras propias y conciertos ajenos recuperé la esperanza en (una parte de) la humanidad. Mención especial para el bolo de Suicidas en La Madriguera, excelente espacio artístico. Me he perdido mogollón de conciertos en Alicante y a Perro yéndose al mainstream en Madrid, pero al menos pude ver a Jacco Gardner en la Stereo, a Isasa y Geoff Farina haciendo filigranas en un museo y un par de veces a los zagales en nuestra ciudad. Y otro par de veces a Octubre, que siempre viene bien. Aunque ya estaban descubiertos, hemos organizado movidas muy chulas con Los Pepsicolos, Garaje Florida y Alien Tango en Tímpanos y Luciérnagas y lo hemos hecho a nuestro aire, por el simple goce de hacerlo. Por fin he podido ir al Ruidismo, que es el mejor festival de Murcia, e incluso he vuelto a ir al SOS, para ver a Nueva Vulcano, aunque al final no los vi demasiado y sí acabé metido en un camerino sin saber muy bien cómo. Cuando tocaron Los Bengala y Triángulo de Amor Bizarro ya estaría yo durmiendo, pero no pasa nada, porque a los primeros ya los había visto en pleno esplendor en Microsonidos junto a Galleta Piluda y sobre los segundos, ya lo he dicho más arriba. El cierre del C-FEM volvió a ser maravilloso, sólo faltó un círculo de fuego para terminar de redondear el espectáculo de Bosco. Y hasta he visto dos veces a Mad Mao & the Tse Tungs: ¡Metal!

 

Alien Tango en Tímpanos y Luciérnagas

 

Quentin Tarantino. Una visión posmoderna del cine negro.

 

Cuando estudié Periodismo tuve la suerte de poder elegir casi a la carta el tema de mi proyecto fin de carrera. Y cuando digo suerte, es una forma de hablar. Totalmente. Me lo gané. A pesar de estar currando en la asesoría de lunes a viernes, ocho horas diarias y en jornada discontinua, pude escoger el segundo de la lista, gracias a las notas obtenidas hasta entonces en la carrera.

 

No recuerdo bien el nombre exacto que aparecía en la lista, pero supongo que sería algo de cine o periodismo cultural. Así que, tras darle algunas vueltas con mi tutor, decidimos que el proyecto tratara sobre las tres primeras películas de Tarantino.

 

Dadas las circunstancias, me lo tomé con calma, disfrutándolo, documentándome durante unos 5 meses al menos. Y para ello, aparte de leer multitud de libros y artículos de revistas, me tragué 42 películas. Luego me pillé un mes de vacaciones sin sueldo y me dediqué en ese tiempo a redactarlo y a revisar Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Jackie Brown.

 

El resultado fue bastante satisfactorio: un 9,2 de nota y un montón de buenos ratos. Además, alguna de las películas vistas pasó directamente a mi lista de favoritas. Pero el trabajo nunca lo he compartido, más allá de aquellos amigos que me lo han pedido. Anoche, durante una amena conversación, me acordé de ello y he decidido subirlo en pdf a la red. Es un texto académico, con un estilo quizás poco divulgativo y con una estructura requerida, puede que resulte un poco farragoso de leer, pero si a alguien le apetece leerlo, aquí tiene el enlace: Tarantinoir. Son unas 60 y pico páginas.

Comienza la segunda temporada de Hey Hey, My My

Tras un parón de dos meses, que ya tiene bastante un murciano en verano con apañárselas para soportar el calor, hoy regreso a la programación de Trémolo Radio con Hey Hey, My My. Ya sabéis, uno de los spin offs de Tímpanos y Luciérnagas que nos sacamos de la manga el año pasado para reinventarnos ante nuestras nuevas circunstancias.

 

¿El rollo? Lo de costumbre, selección musical dispersa y ambigua y ninguna pretensión más allá de pasar el rato grabándolo, pinchando música que me gusta y comentando lo que me apetezca en cada momento, sin guión alguno y en riguroso diferido. El resultado, mejorable en el aspecto técnico y en la locución, pero acorde con lo que es el programa y conmigo mismo: algo casero, de ritmo lento y poco eufórico, hecho en Murcia, donde las palabras ceden el protagonismo a las canciones salvo en momentos puntuales…

 

A partir de esta tarde, si no falla nada, tendréis una nueva entrega cada dos semanas (o cada mes, o cada dos meses) y podréis escucharlo en la web de Trémolo Radio (la radio del Bar Trémolo) y en el blog de Tímpanos y Luciérnagas. El primero ya está grabado y preparado para subirlo al podcast.

 

 

Una reflexión, un propósito

 

Decía Nick Cave en 20.000 Days On Earth que lo que más temía era perder la memoria, no conservar esos recuerdos que, en su caso, inspiraban su arte. Una idea aparentemente sencilla que, sin embargo, me marcó y a la que no he dejado de darle vueltas desde entonces. Si algún día perdiera la memoria, de nada servirá guardar algo por escrito ni las fotos de determinados lugares o momentos. Tampoco los recordaré.

 

Viene este pensamiento a reafirmar otros sobre los que vengo recapacitando en los últimos meses. Siento la necesidad de poner más empeño en disfrutar del momento, dejando de lado ciertas costumbres adquiridas en el pasado reciente. En estos tiempos en los que las cosas van tan rápido, con una sociedad sometida en la espiral de la inmediatez en la que las redes sociales se han convertido en herramienta principal, aunque es evidente que es una forma útil de conservar y compartir experiencias, creo que estamos olvidando disfrutar del momento.

 

Tampoco es que vaya a dejar de usar las redes sociales de forma radical, a pesar de todo me parecen un buen método para compartir determinadas cosas con personas concretas y de dar a conocer lo que uno hace. Simplemente hace ya algún tiempo que siento vértigo ante la forma desatada en la que, por lo general, las usamos y tengo la sensación de que necesito prescindir de esa inmediatez por la que precisamente causan furor, usarlas de un modo distinto, propio quizás de otros tiempos, en los que Internet aún no era algo tan acelerado. Dejar reposar las ideas. Guardar las impresiones, las imágenes o las vivencias y compartirlos, si procede, más adelante, en vez de un instante después de que sucedan los hechos en cuestión. En definitiva, tomarme las cosas de otra forma, como dice un tal Fernando Junquera, al que algunos conoceréis por su nombre artístico, Negro: con la calma.

 

Playa del Silencio, Asturias