Quentin Tarantino. Una visión posmoderna del cine negro.

 

Cuando estudié Periodismo tuve la suerte de poder elegir casi a la carta el tema de mi proyecto fin de carrera. Y cuando digo suerte, es una forma de hablar. Totalmente. Me lo gané. A pesar de estar currando en la asesoría de lunes a viernes, ocho horas diarias y en jornada discontinua, pude escoger el segundo de la lista, gracias a las notas obtenidas hasta entonces en la carrera.

 

No recuerdo bien el nombre exacto que aparecía en la lista, pero supongo que sería algo de cine o periodismo cultural. Así que, tras darle algunas vueltas con mi tutor, decidimos que el proyecto tratara sobre las tres primeras películas de Tarantino.

 

Dadas las circunstancias, me lo tomé con calma, disfrutándolo, documentándome durante unos 5 meses al menos. Y para ello, aparte de leer multitud de libros y artículos de revistas, me tragué 42 películas. Luego me pillé un mes de vacaciones sin sueldo y me dediqué en ese tiempo a redactarlo y a revisar Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Jackie Brown.

 

El resultado fue bastante satisfactorio: un 9,2 de nota y un montón de buenos ratos. Además, alguna de las películas vistas pasó directamente a mi lista de favoritas. Pero el trabajo nunca lo he compartido, más allá de aquellos amigos que me lo han pedido. Anoche, durante una amena conversación, me acordé de ello y he decidido subirlo en pdf a la red. Es un texto académico, con un estilo quizás poco divulgativo y con una estructura requerida, puede que resulte un poco farragoso de leer, pero si a alguien le apetece leerlo, aquí tiene el enlace: Tarantinoir. Son unas 60 y pico páginas.

«Venga, dilo otra vez…», para LaTribuna del Noroeste

Artículo publicado el 24 de enero de 2013 en La Tribuna del Noroeste:

 

 

Comentaba la semana pasada el caso de esos grupos que conozco desde hace muchos años y a pesar de que me llaman la atención, nunca he tenido tiempo de pararme a escucharlos con detenimiento. Al hilo de este asunto, enlazando también con algún texto anterior, me vino a la cabeza otro tema recurrente en esas “tertulias” sobre música que, aprovechando cualquier excusa, suelo improvisar con mis amistades. Son esas bandas que determinados medios de comunicación quieren colar en nuestras vidas aunque sea con calzador… y no, no estoy hablando de música mainstream.

 

¿Por qué no hago caso a estos grupos? Porque, si nos centramos en propuestas musicales, se me ocurren demasiadas cosas mejores en las que ocupar mi tiempo libre. Saldar mis dichosas “deudas”. Escuchar “La pared” de Bambino una y otra vez. Comprobar que “La Macarena” de Los del Río se parece sospechosamente a una canción que publicaron Desmadre 75 hace casi 40 años. Descubrir nuevos discos de Neil Young, que ha publicado unos 50 desde mediados de los 60 y aún me faltan muchos. Pinchar un recopilatorio con los grandes éxitos de Antonio Machín en vinilo. Prestarle atención a bandas como Derrick o Arsenal (por mencionar dos que se me escapó citar hace un par de semanas). Investigar si por fin Drenthe ha dejado el fútbol y se ha pasado al hip hop. Fliparlo con la banda sonora de Django Unchained de Quentin Tarantino. Preguntarme por qué no conocía hasta hace unos meses a Sixto Rodríguez. Gritar que a veces sólo me apetece escuchar a Mike Patton… ¡y que os calléis!

 

En realidad, de forma ajena a mi voluntad (salvo contadas excepciones), los he escuchado, bastantes veces incluso… y por más que me insistan, no me interesan. Me da igual que ganen premios (si eso supone algún mérito hoy en día), que estén en boca de todo el mundo o que en sus conciertos el aforo esté siempre completo, prefiero seguir fiel a mi rollo y a mis sensaciones que dejarme llevar por la marea. Así que os lo pido de corazón, como diría Ortega Cano: ¡dejadme en paz, dejadme vivir! Porque, en definitiva, ¿qué mas da que escuchemos a unos o a otros? Si al final el único que vende discos en España es Pablo Alborán…