La melomanía galopante tiene sus ventajas, en términos de disfrute te hace estar bien informado de lo que ocurre en tu radio de acción, mantenerte alerta sobre aquello que te gusta y además descubrir cosas nuevas sobre la marcha. Pero también genera ciertos dilemas cotidianos, entre los que hay uno bastante temible al menos para mí: las coincidencias de bolos que te interesa mucho saborear, aquellos a los que les tienes muchas ganas. Cuando le presentas el dilema a (casi) cualquier persona ajena a tu adicción te miran con cara rara, “como si no hubiera cosas más importantes de las que preocuparse”.
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