St Paul & The Broken Bones: «Indudablemente, Muscle Shoals es un lugar encantado».

St Paul & The Broken Bones durante un rodaje de videoclip, por Liesa Cole

Paul Janeway es un estadounidense del sur, de tez blanca, incluso rosada, entrado en carnes y con cara de no haber roto un plato en su vida, con un pasado vinculado estrechamente a la iglesia en un entorno rural y poco aspecto de animal de escenario. Hasta que suena la música y una energía extraña lo transforma en St Paul, un artista de voz privilegiada y repleta de matices, además de uno de los bailarines más sugerentes de la música popular contemporánea, tan ávida de buenas coreografías (con permiso del cantante de Future Islands).

En un reciente y aclamado documental sobre las coristas, ‘Twenty Feet From Stardom’, llama la atención un simpático guiño al árbol genealógico de las protagonistas: la mayoría eran hijas de un predicador. A nadie sorprende ya la obvia relación de la iglesia (y la música gospel) con su ramificación más laica y de trascendencia internacional, conocida genéricamente como soul. De ahí viene Paul Janeway, de hacer los coros en su iglesia de confianza durante su más tierna juventud, de aspirante a pastor religioso a una de las promesas más confirmadas de una actualidad receptiva al inmortal potencial de la música negra. Hecha por blancos, en este caso, pero cocida en el lugar adecuado y grabada en los legendarios Muscle Shoals. Pese a que su llamativo cantante atraiga la atención, son una banda, y muy buena, así que lo correcto es hablar de St Paul & The Broken Bones.

Están de gira europea y aprovechamos su paso por España para robarle unos minutos a Mr Janeway, al que su madre le quitó una vez un disco de Nirvana. Ahora, cuando él se lo recuerda, ella le insiste convencida en que hizo bien porque si se lo llega a dejar se habría convertido en algo distinto al gran cantante de soul que ahora es. Como demostración, le podéis dar al play y escuchar un rato mientras leéis este cuestionario.

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