Llevo días reflexionando sobre ‘The Beatles: Get Back’, dándole vueltas a la razón por la que me agradó tanto. Leyendo artículos diversos y comentarios de todo tipo, tanto a favor como en contra del documental dirigido por Peter Jackson. Tratando de asimilar toda la información recibida en las casi ocho horas que suman sus tres capítulos y de comprender por qué, a pesar de esta amplia duración, terminé incluso con ganas de haber visto algún episodio más.
Dice Julio Molina en Mallorca Music Magazine, en defensa de Peter Jackson y de lo extenso de su documental, que esto no es un emotivo biopic. Y al leer esto me viene a la memoria precisamente una sensación que me asaltó en varias ocasiones mientras lo estaba viendo, la de estar visionando un biopic, pero sin edulcorar. La de ver y escuchar cosas tan sorprendentes que parecen producto de una ficción. Pero no, todo esto es real.
Tenemos la suerte de que los cuatro de Liverpool, en un momento en el que la continuidad de la banda estaba pendiendo de un hilo y a pesar de sus evidentes diferencias personales y artísticas, decidieron abordar un proyecto megalómano durante aquel mes de enero de 1969. Lo que iba a ser un programa de televisión, grabado en los londinenses Twickenham Film Studios, acabó desplazado al estudio de Apple Corps y convertido en el disco ‘Let it be’ y en la película del mismo nombre dirigida por Michael Lindsay-Hogg. Por el camino dejaron 56 horas de imágenes grabadas y 150 horas de grabaciones sonoras, con los que Peter Jackson y su equipo han trabajado durante 4 años para dar forma a ‘Get Back’. Unas 400 canciones o fragmentos de ellas, de las que el director neozelandés nos muestra 123, según las cuentas de NME.
Podemos ser testigos de conversaciones y discusiones trascendentales para entender, sin necesidad de ser un estudioso de la banda, lo que ocurrió para desencadenar la definitiva separación de The Beatles en 1970. Podemos asistir a la llegada como un soplo de aire fresco de Billy Preston al estudio de grabación y a su inmediata compenetración con John, Paul, George y Ringo. Podemos disfrutar viendo cómo los cuatro componentes, superando sus diferentes opiniones sobre el proceso creativo, sobre cuál debería ser el apropiado devenir del proyecto que tenían entre manos e incluso sobre cómo debían tocar, una vez que se ponían a ello, improvisando y creando canciones sobre la marcha en muchas ocasiones, conseguían que sus voces e instrumentos fluyeran juntas de forma intuitiva y natural, empastando con sorprendente rapidez y, en el fondo, disfrutando al tocar juntos. Y como punto álgido, vemos ratificado ese gozo en la famosa actuación en la azotea, incluida aquí al completo.
Por fin podemos observar de primera mano, más allá de la insuficiente información que nos muestra la original obra de Lindsay-Hogg, muchas de las cosas que ocurrieron durante aquel mes de grabaciones y reuniones. Y aunque sabemos perfectamente lo que ocurrió, porque son The Beatles y hay tanta literatura al respecto como quieras buscar, en otro punto a favor del trabajo de Peter Jackson, ‘Get Back’ consigue mantenernos en vilo durante toda su duración siempre a la espera de comprobar de qué modo y en qué momento mostrará el director cada esperada situación. Porque aquí lo importante no es el qué, es el cómo pasó.
P.d. Sir Richard Starkey es el mejor.