En estos tiempos de inercias, se agradece cruzarte de vez en cuando con gente que conserve la inquietud y la emoción por descubrir algo distinto, que no se deje llevar solo por la facilidad de lo más visible. Santos Martínez, escritor, periodista, columnista y casi músico, se libra de la quema y puede que por ello nunca sea objeto apetecible de una entrevista veraniega. «Inyustisia», que diría aquel. Pero eso es lo bueno del underground, que no hay que dar explicaciones…
No nos andemos por las ramas, ¿la novela pa’ cuándo?
Pues espero que para antes de morirme. Al poco de publicar ‘Mañana me largo de aquí’ me puse a escribir una novela. La terminé hace dos años y me propuse dar un salto. Jugar en Primera. En Primera no quiere decir en Champions: en Primera juegan también el Alavés y el Elche. Me tiré otro año intentando colocarla (creo que quedan pocas editoriales en castellano a las que no se lo he enviado) y a 22 de agosto de 2021 podemos afirmar que…me la he comido. Intento no escuchar a quien me dice que sin padrino y desde Murcia es casi imposible y asumo que la novela simplemente era un buen zurullo. Ninguno de mis ídolos lo consiguió a la primera. Es verdad que tampoco hago autoficción y demás chorradas posmodernas. Además de mantener mi puesto de trabajo, el objetivo más concreto que tengo en mi vida ahora mismo es escribir algo tan bueno que, con mis cartas, sea inapelable para un puñado de editoriales. Siento que o consigo eso o no juego. Y sé que no hay atajos: son horas y horas y horas en calzoncillos o pijama delante del ordenador con la puerta cerrada. Y quizá ni así. Pero bueno, no es ningún drama: lo hago porque quiero e intento no calentarle demasiado la oreja a quien tengo cerca. En enero de este año empecé a escribir otra, tengo algo parecido a un primer borrador, pero queda muchísimo. Espero terminarla antes de que tú tengas otra zagala.
El verano siempre me ha parecido una época propicia para vivir anécdotas surrealistas. A falta de nuevas oportunidades para vivirlas, bien está leer las de otros. Háblanos un poco de tu Mambo Negativo…
Mambo Negativo es una columna que he venido publicando en La Opinión los miércoles de julio y agosto. Como hay pocas cosas que me den más pereza que tener que estar todo el rato opinando de algo, intenté darle la vuelta. Yo estudié Periodismo por haberme zampado a Hunter S. Thompson, a Talese… gente que salía a la calle, encontraba una historia y luego la escribía. Recuerdo una entrevista de Talese al payo que ponía los neones de los carteles de los teatros de Nueva York. Es imposible no querer ser periodista leyendo cosas así. Justo el fin de semana en que me propusieron la columna, un camionero tuvo una avería junto al periódico. Llamó a la redacción, bajé a abrirle y me montó un trajín del copón: llamé a su hermana, a su prima, a su jefe, a su mujer… mis compañeros me compadecían, pero yo disfruto esos jaleos. Luego, una compañera me dijo que ahí había una historia, y era verdad. Esas historias de gente haciendo las cosas que hace la gente en este entorno llamado ‘ciudad’ no salen apenas en la prensa. Y a mí me interesan bastante más que lo que tenga que decir un payo que se apellide Díez de Revenga. He intentado contar los momentos en que he conocido a gente así, gente casi siempre en los márgenes.
Si te descuidas un rato, tu compañero en Llueve, Capullo!, Nacho Space, se monta tres o cuatro bandas nuevas. La última creo que es Pooolosur. ¿Tienes tú algo por ahí en ciernes para equilibrar?
Pues tenemos ocho canciones casi niqueladas. Cuando tengamos un par más yo creo que grabaremos. Y nada, sin ser yo nada cercano a músico, a ver si se va poniendo la cosa en marcha para las bandas diminutas, que estamos que nos tocamos encima. Y sí, lo de Nacho no tiene nombre. Ya me podría descargar el NBA 2K21, que me lo dijo hace siete meses y aquí estoy con Pau Gasol aún en Memphis Grizzlies. ¡Viva Polo Sur!
Como consumidor de cualquier expresión artística, siempre me ha parecido algo de lo más complicado, salvo que dediques la vida a ello, estar al tanto de lo que se hace en la actualidad y dedicarle a la vez tiempo a investigar aquello que por edad no llegaste a conocer en su época. Centrémonos en la música, ¿tú cómo te organizas para intentarlo al menos?
A mí me salva la sensación crónica que tengo de que lo guapo está pasando en otro lado. Me tiro varios días escarbando en una movida concreta del pasado y a las semanas vuelvo a preguntarme qué discos están saliendo estos días. Llevo unos años sin leer apenas prensa musical, y tiro de varias decenas de sellos que tengo fichados y que suelen ser sinónimo de lo que me mola. Luego, paso de playlists casi por norma y de Spotify. Necesito tener los discos en el ordenador. Tengo el Soulseek echando fuego y me puse hace un año una norma: no tener nunca más de cinco discos o bandas descargadas sin haber escuchado. Si no, te plantas con 150 discos de 2021 sin haber escuchado. De hecho, más que eso que comentas, a lo que yo le suelo dar vueltas es a la manera en que escucho música. Me pongo un disco y varias veces no sé si no me gusta porque es una mierda o porque no le he prestado suficiente atención. Pero bueno, con esas mierdas me arreglo yo las semanas.
El mes pasado estuve viendo algunos partidos de la Eurocopa de fútbol y no conocía a casi ningún jugador, cosa que me viene pasando sobre todo desde hace unos 4-5 años. ¿Tú crees que llegará un momento en que te dé igual el fútbol? ¿Y el Real Madrid?
Qué va. Bastantes veces pierdo el interés del momento actual del fútbol, pero lo que siempre está es el cuento. Y eso es lo que me gusta a mí. El Madrid es lo más parecido en mi vida a una religión. En el sentido de que hay un dogma, unos iconos, una catedral, una parafernalia, un credo… y vivo a gusto con esa contradicción. Intento no roncerear y no le hago daño a nadie, pijo. También te digo, y esto lo tengo hablado con varias personas, que al Madrid, después de ganar tres Champions seguidas, solo le queda desaparecer. Luego vi lo de la Superliga y entendí que era puro Madrid: no iba a desaparecer, iba a destruir el fútbol. Mi equipo.
A veces pienso que, para quien se dedique a juntar letras de algún modo, leer con devoción a Hunter S. Thompson, Bukowski, Fante o Burroughs, puede ser hasta contraproducente. No vamos a llevar nunca una vida así que sirva de inspiración. Como dicen en mi barrio, ¿sabes lo que te quiero decir?
Entiendo lo que quieres decir, pero no estoy de acuerdo. De esa gente, más que el hecho de vivir en moteles y no haberse lavado los calzoncillos en su vida, a mí me interesan otras cosas. La mirada, la voz, el espíritu. A Bukowski ahora queda bien lapidarlo, pero, sin ser yo un devoto suyo, para mí es un ejemplo de compromiso con la escritura, por ejemplo, de intentarlo una y otra vez hasta que das con la tecla. Eso que decía él de ser un ejército de uno. Fante, lo mismo y, encima, con humor. Un tío que decía que nadie se ha muerto nunca por exceso de emoción. ¿Qué más quieres? Y, luego, no hace falta vivir en Los Ángeles para sentir la alienación en el pecho cada día. En cualquier sitio, ejem, puede uno no sentirse parte de nada.
Firmaste tu libro de relatos como Santini Rose. En prensa, hasta donde yo he podido leer, vienes firmando con tu nombre real, algo que me congratula. Seguro que te he gritado alguna vez en un concierto por el uso del pseudónimo, con sorna, como si este fuera el nombre de algún sello discográfico. ¿Santini Rose debe morir?
Sí me lo has dicho, sí. Y no una vez. Pues me costó entenderlo, pero Santini Rose es un alter ego literario. Sin más. Sin menos, tampoco: da bastante libertad situar en el centro de la acción a alguien que no eres tú pero se parece bastante a ti. Desde hace un tiempo firmo todo con mi nombre, que luego a mi madre también le da más gusto.
Por último, ¿tú que crees que estará haciendo ahora mismo Daniel Romano?
Yo creo que se acaba de esclafar en un taburete de su cocina. Ha resoplado y ha dicho: “La primera vez que me siento en todo el día”.