Decía Nick Cave en 20.000 Days On Earth que lo que más temía era perder la memoria, no conservar esos recuerdos que, en su caso, inspiraban su arte. Una idea aparentemente sencilla que, sin embargo, me marcó y a la que no he dejado de darle vueltas desde entonces. Si algún día perdiera la memoria, de nada servirá guardar algo por escrito ni las fotos de determinados lugares o momentos. Tampoco los recordaré.
Viene este pensamiento a reafirmar otros sobre los que vengo recapacitando en los últimos meses. Siento la necesidad de poner más empeño en disfrutar del momento, dejando de lado ciertas costumbres adquiridas en el pasado reciente. En estos tiempos en los que las cosas van tan rápido, con una sociedad sometida en la espiral de la inmediatez en la que las redes sociales se han convertido en herramienta principal, aunque es evidente que es una forma útil de conservar y compartir experiencias, creo que estamos olvidando disfrutar del momento.
Tampoco es que vaya a dejar de usar las redes sociales de forma radical, a pesar de todo me parecen un buen método para compartir determinadas cosas con personas concretas y de dar a conocer lo que uno hace. Simplemente hace ya algún tiempo que siento vértigo ante la forma desatada en la que, por lo general, las usamos y tengo la sensación de que necesito prescindir de esa inmediatez por la que precisamente causan furor, usarlas de un modo distinto, propio quizás de otros tiempos, en los que Internet aún no era algo tan acelerado. Dejar reposar las ideas. Guardar las impresiones, las imágenes o las vivencias y compartirlos, si procede, más adelante, en vez de un instante después de que sucedan los hechos en cuestión. En definitiva, tomarme las cosas de otra forma, como dice un tal Fernando Junquera, al que algunos conoceréis por su nombre artístico, Negro: con la calma.