Artículo publicado el 28 de febrero de 2013 en La Tribuna del Noroeste:
Ni siquiera iba con intención de hacerlo, hace ya bastante tiempo que no compro música en CD (salvo alguna cosa) y en este tipo de establecimientos los precios de los discos en vinilo suelen ser prohibitivos. Pero hace unos días, por aquello de la curiosidad, me puse a ojear estanterías y me topé con dos elepés que estaban a un precio razonable. No había escuchado esos álbumes en concreto, pero me dije: Bob Dylan y Giant Sand, esto no puede fallar. Me los agencié. Ciertamente, tratándose del señor Zimmerman y de Howe Gelb, Joey Burns, John Convertino y compañía el riesgo era mínimo, pero esta inesperada adquisición me hizo recordar nuevamente que, más allá de la propia música, echo de menos muchas cosas del pasado en todo lo concerniente a ella. Hoy en día todo resulta tan previsible…
Echo de menos esos tiempos en los que, por ejemplo, ibas a un concierto sin haber escuchado antes a los grupos que tocaban (incluso, en algunas ocasiones, no te sonaban ni los nombres), simplemente porque alguien te los había recomendado directamente, habías leído alguna buena crítica sobre ellos o te apetecía descubrir algo nuevo, sin más. Y no había mejor manera de hacerlo que ver nuevas bandas en directo. Ahora tenemos la ventaja de tener prácticamente todas las canciones al alcance de un clic y lo de acudir a ver música en vivo sin haber comprobado previamente si es de tu agrado parece algo impensable, pero al igual que añoro el escuchar música como si fuera una especie de ritual (de ahí que el vinilo se haya convertido en mi formato favorito), tengo nostalgia de aquellos años en que se asumían “riesgos”.
Echo de menos esa emoción de comprar un disco y no saber qué te vas a encontrar hasta ponerlo en el reproductor. Cuando abrías un catálogo y te arriesgabas a comprar algo por correo sin tener más referencias que la descripción indicada en el mismo o lo leído en alguna revista especializada. Cuando te acercabas con cierta frecuencia a una de esas pequeñas y entrañables tiendas de las que hoy en día apenas quedan (un aplauso para la gente de Discos Bora Bora en Granada, por emprender su aventura en estos tiempos tan complicados) y te dejabas recomendar por el dependiente de turno o incluso te dejabas llevar por la intuición (o por la compulsión). Quizás por ello, estando hace unos meses en Helsinki, no dudé en escaparme de una visita guiada al pasar junto a una de estas tiendas para entrar, pedir que me recomendaran discos de bandas finlandesas de hardcore punk, uno de los productos (musicales) típicos de la tierra, y salir de allí con el LP cuya portada más me gustó en la mano…