‘Hey Hey, My My’, mi programa para Trémolo Radio.

Desde el 2005 vengo haciendo radio a mi bola, pero siempre acompañado. He compartido micrófonos con mis compadres Juanma Soriano, Alberto Ríos, Lemmy Feise, Víctor Segundo, Costalero Antón, Romu López, Jaime Parra, Víctor Martínez y un montón de gente que ha pasado como invitada por Oficina en Varsovia o Tímpanos y Luciérnagas. Incluso con Sebas Zaragoza, en un proyecto seminal de Tímpanos y Luciérnagas que llamamos Programa Piloto, en el que ya estábamos Romu, Jaime, Costalero y yo mismo y cuyo cuarto programa, en el que contamos con nuestro gurú, se grabó, pero nunca vio la luz.

 

Ahora, por fin, me he decidido a hacer un programa en solitario, sin compañeros, sin invitados, desde mi «oficina». Es uno de los spin offs de Tímpanos y Luciérnagas, se llama ‘Hey Hey, My My’ y se estrena mañana a las 19 horas en Trémolo Radio. La primera entrega está grabada ya, estoy contento con la selección musical, dispersa y ambigua, pero como dice Costalero, de mi rollo. Aún tengo que pulir cosas en el aspecto técnico y en la locución, acomodarme a esta nueva situación, decidir si improviso o tiro de guión, cosas que iré decidiendo y cambiando, si es que soy capaz, sobre la marcha. Pero en términos generales, en este primer programa queda reflejado cómo van a ser los siguientes: un programa casero, murciano y «de autor», de pocas palabras y muchas canciones, de ritmo lento y poco eufórico en la locución, mucho más serio de lo que algunos podrían imaginar.

 

Ya sabéis, los jueves a las 7 de la tarde, cada dos semanas, en la radio del Trémolo. Espero vuestros comentarios, críticas y cualquier tipo de feedback.

 

6.000 pesetas de whisky: 10 grupos que no son mis favoritos, pero podrían serlo

Es algo cíclico, no sé si de manera espontánea o promovido por alguna «mano negra», cada cierto tiempo Facebook se llena de listas particulares de favoritos. Libros, películas, series, grupos… No es la primera vez, ni será la última. Ahora toca compartir selecciones de discos. Creo que empezó siendo algo así como «los 10 discos que más te han influido» y ha acabado transmutando a «tus 10 discos favoritos». Hay ciertos matices que diferencian, o deberían diferenciar, el contenido de las mismas, pero esto ahora mismo no tiene mucha importancia.

 

Cualquiera que sea usuario habitual de redes sociales sabe cuál es la dinámica de estas cadenas: alguien te nomina, haces tu propio listado y lo publicas en tu perfil nominando a X personas más, con lo que la movida se difunde de forma exponencial por la red. Aunque alguna nominación aislada ha caído por ahí, yo no he hecho mi lista, no oficialmente al menos, me he limitado a contestar con lo que he denominado «lista de emergencia». Y es que, lo digo continuamente, las listas me dan mucha pereza, me resulta incómodo acotar algo tan amplio y variado como la música.

 

Si en el caso de los mejores discos del año reconozco que algo bueno pueden tener, como recuperar trabajos dejados atrás o descubrir otros que se nos habían escapado durante el año (aunque no tanto como para compensar aspectos negativos como la obsesión por ordenar y jerarquizar la música o la programación y condicionamiento de nuestra «agenda musical»), me rebelo sin reparo alguno contra esta proliferación de relaciones musicales históricas. Porque, salvo contados casos, no suelen descubrir nada nuevo y por el contrario ponen de manifiesto algo que a mí personalmente me fastidia mucho asumir: ¡Nunca hay tiempo suficiente para escuchar toda la música que a uno le gustaría!

 

Y enlaza esto con un tema recurrente en mis textos, que algunos de los listados que he podido ver en los últimos días me han recordado, las «deudas pendientes», las «6.000 pesetas de whisky que Torrente le debía eternamente a Antoñito (Cañita Brava)», esos grupos que conoces desde hace muchísimo tiempo y que, a pesar de llamarte la atención, nunca llegas a prestarle la atención que merecen. Así que, por una vez y sin que sirva de precedente, dándole una pequeña vuelca de tuerca al asunto, no voy a quedarme al margen de la corriente, aquí va mi propia selección… pero al revés.

 

King Crimson
Pongo hoy la radio en el coche, suenan Fripp y compañía y yo me acuerdo de Antoñito… y de que tengo que terminar de escribir este texto. Extiéndase la deuda al rock progresivo en general.


Tortoise
Creo que el grupo de Chicago es el primero que me viene siempre a la cabeza cuando abordo este tema, pero su primer disco tiene ya 20 años y aún así nunca paso de esta primera puerta.

 

Jawbox
Llegué tarde a eso del post hardcore / rock DC y mi primera toma de contacto con J. Robbins fue con Burning Airlines, que me entusiasman, así que siempre que me da por recuperar los discos de este género y aquella época, me quedo a mitad del camino.

 

Neil Young
¿Neil Young? Alguien dirá que siempre estoy diciendo que Neil Young es Dios y mentira no es, pero ¿cuántos discos ha publicado este genio canadiense? ¿Cincuenta? ¿Más? No debería parar hasta conocerlos todos al dedillo.

 

Mudhoney
Esto no me voy a entretener en explicarlo, paso directamente a flagelarme.

 

Motörhead
«Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir».

 

Camela
Bueno, no, en realidad he escuchado a Camela lo justo y necesario, que son las veces que he puesto el vídeo de «El calor de mi cuerpo» para demostrar que salen Ellos como figurantes. Pero sería un estupendo homenaje a mi barrio, donde son históricamente el grupo más escuchado con muchísima diferencia.

 

Ya, no son 10… ¿No te he dicho que me dan pereza las listas? Además, ¡ni que fuera este el blog de un gurú del Social Media!