NOVEDADES
|
|
La mayoría de comentarios acerca de este film ahondan en la idea de que es un apéndice a su trilogía estadounidense, formada por la soberbia Dogville, la inminente Manderlay y la próxima Wasington, o sea, una critica feroz a los rincones más oscuros del patio de juegos de George W. Bush tomando como ejemplo, en este caso, el culto a las armas. Obviamente, algo de eso hay, aunque sería un error focalizar los dardos solamente al otro lado del Atlántico, ya que los Estados Unidos que vemos retratados son poco menos que arquetípicos o, incluso, abstractos (el pueblo de tiza de Dogville) y, evidentemente, estas películas ni siquiera han sido rodadas allí. Partiendo de la idea de que Dinamarca es tan valida como Texas para ambientar una historia americana, quizás nos encontremos con que nuestras identidades están más próximas de lo que creeríamos (o desearíamos) y lo que de verdad se cuestiona aquí es un modelo occidental ya definitivamente globalizado cuyas raíces sí se encuentran en la Tierra de las Oportunidades. De todas formas, quedarse aquí sería perder la perspectiva completa del cuadro, y uno se da cuenta de que esta historia protagonizada por un grupo de chavales que se declaran pacifistas pero encuentran una vía de realización personal creando un club en el que portan armas, hacen practicas de tiro y estudian los efectos de una bala en el cuerpo humano en realidad nos está hablando del ocaso de las ideologías, de la imposibilidad de ser fieles a un ideal, aprendiendo a vivir y disimular las contradicciones que se producen entre nuestros actos y lo que verdaderamente deseamos. ¿Pero es entonces Dear Wendy un film político, de denuncia? No. O, al menos, no del todo. Está claro que en él hay mala uva, voluntad crítica y ganas de tocar los huevos, pero en lo más hondo de su guión lo que encontramos es un espejo en el que se refleja el propio von Trier. ¿O acaso hay tanta diferencia entre este relato y el perfil de un director que mientras firmaba el voto de castidad del Dogma 95 se moría de ganas de hacer un musical con Björk y doscientas cámaras? Y es que nos encontramos con uno de los autores más esquivos que ha dado el cine post-moderno, cuya filmografía se basa en el choque de conceptos antitéticos (no hay más que recordar el hecho de que sus tres primeras películas, la llamada "trilogía europea", venían acompañadas de unos respectivos manifiestos que se contradecían entre ellos, y eso que aun faltaban unos años para el Dogma) y cuyo verdadero sentido aun está lejos de ser visible. Probablemente uno de sus mayores meritos haya sido el de sacudir violentamente el concepto de "autor", jugar con la coherencia del discurso y, especialmente, volver locos a los plumillas que en vano han intentando buscarle un sitio en el panorama fílmico contemporáneo (lo cual debe haber contribuido en el rechazo que despierta entre una buena parte de la crítica). Sólo así se explica que, queriendo ser el heredero de Dreyer, termine construyendo un bizarro western contemporáneo, tan crítico como, en el fondo, arrebatadoramente mitificador. Pero hay una cosa que impide que esta película llegue a la excelencia, y queda patente en el hecho de que a estas alturas aun no he tenido la necesidad de mencionar a su verdadero director, Thomas Vinterberg. Co-fundador del Dogma 95 y responsable del film fundacional del movimiento, la espléndida Celebración (impecable película "de guión" reforzada por la bocanada de aire fresco que en aquel momento suponía la estética dogmática), que en esta ocasión se ve relegado a un incomodo segundo plano, cumpliendo con una eficacia notable, pero siendo incapaz de sobreponerse a la alargada sombra de su guionista. A fin de cuentas, no deja de ser lógico que sea el director de Rompiendo las Olas quien logre que, sin que apenas nos demos cuenta, olvidemos nuestra anquilosada filosofía cahierista y reivindiquemos al guionista como verdadero autor de un film. En todo caso, y pese a estos ligeros reproches y su carácter voluntariamente imperfecto (pocas películas en los últimos años se han lanzado tan abiertamente a jugar con lo ridículo y lo disparatado como ésta en su tramo final, al menos voluntariamente), Dear Wendy contiene más pliegues y sugerencias que la gran mayoría de títulos en cartelera, así que su visión es más que recomendable. Texto: GERARD CASAU |
Nace una nueva sección en esta web dedicada al cine, algo de lo que ya venía incluyendo cosillas de vez en cuando en la sección "otros asuntos". Ahora, gracias a la colaboración de Oscar Sueiro, que será quien firme la gran mayoría de textos de esta sección, contaremos con un mayor número de contenidos sobre cine. Esperemos que sea de vuestro agrado. |