NOVEDADES

Estamos ante un nuevo remake de una exitosa película japonesa de fantasmas. Dark Water de Hideo Nakata (Ringu 1998) adaptaba la novela de terror de Koji Suzuki titulada Honogurai Mizu No Soko Kara. Lamentablemente la novela no se puede encontrar todavía en nuestro país, pero después de ver ambas cintas, podemos asegurar que la nueva versión es un remake directo de la película japonesa.

Por lo tanto, debemos partir de la premisa que nos encontramos ante un producto típicamente norteamericano. El remake o adaptación de una película de indudable éxito en el extranjero es una práctica habitual que se remonta muy atrás en la historia del cine.
No podemos pasar por alto que entre muchas otras cosas, Hollywood es una máquina de hacer dinero y muchos son los cineastas que han visto como su película era comprada por los grandes estudios y pasada por el "filtro Hollywoodiense" de diferentes maneras y distintos resultados.
Ya con los primeros grandes éxitos nipones empezaron a marranear para supuestamente adaptarlos al gusto occidental. Japón bajo el terror del monstruo (Godzilla, de Ishiro Honda, 1954) no fue "remakeada" en su momento, pero se le añadieron unos surrealistas minutos de metraje, protagonizados por Raymond Burr (Perry Mason), que en su momento posibilitaron su estreno en las salas comerciales de los Estados Unidos. Lo más corriente, sin embargo es rehacer la película totalmente, con nuevos guionistas, actores y director. Esta práctica, casi siempre saldada con mediocres resultados, también nos ha dado grandes obras maestras del celuloide como Los Siete Magníficos de John Sturges, basada en Los Siete Samuráis de Akira Kurosawa, con su propia idiosincrasia y perfectamente autónoma. Pero no nos engañemos: lo habitual es lo que sucede con Abre Los Ojos (Alejandro Amenabar), Nikita (Luc Besson) o la misma The Ring películas que ya de por si funcionaban correctamente a su nivel, son reconstruidas prácticamente plano a plano convirtiéndose en híbridos asépticos despojados de personalidad.

Este es el caso del filme que nos ocupa. Dark Water es una buena película, rodada correctamente por Walter Salles, responsable de Estación central de Brasil o Diarios de motocicleta, pero absolutamente innecesaria.
El director y el guionista (Rafael Yglesias, responsable del guión de From Hell, 2001), han querido jugar a dos bandas ampliando la vertiente dramática de la original, dirigida en 1998 por Hideo Nakata y se han quedado cortos en ambas.
Dark Water no llega a arrancar en ningún momento como película dramática, pese al esfuerzo de Jennifer Conelly y Tim Roth, pero lo que es mas grave es que tampoco nos dice nada como película de terror. En ese apartado continua imbatible la original, de la que se encuentran a faltar algunas de las imágenes más perturbadoras.

La cinta también adolece de falta de originalidad. Los planos son copiados hasta limites insospechables y el piso donde sucede la acción es prácticamente un clon del original; acentuando todavía mas la sensación de "deja vu" que envuelve toda la película.
Otro tema que queda claro, por si no lo estaba suficientemente aún, es la obsesión de los norteamericanos por ser absolutamente evidentes en este tipo de productos. El lenguaje y el ritmo parecen los mismos en las dos adaptaciones pero la copia de Salles barre todo el apartado sugerido que pudiera tener la original, para mostrarse taxativa y evidente a mas no poder, sobretodo hacia el final.

Mientras el tinglado funcione la industria no parará. Preparémonos para el aluvión de productos similares que se nos viene encima, pues los productores de la película que nos ocupa (Doug Davison y Roy Lee), también responsables de la versión Norteamericana de La Maldición (Takashi Shimizu), vienen pisando fuerte y ya anuncian los remakes americanos de The Grudge 2 y de Oldboy, amén de ser los artífices del aterrizaje en Estados unidos del director de la cinta original, Hideo Nakata.

En definitiva, una película bien hecha, con actuaciones muy sólidas y un nivel técnico envidiable, pero vacía, intrascendente y absolutamente prescindible.

Texto: Dani Morell

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