NOVEDADES

Cuando por culpa de trabajos como Asesinos, Conspiración o Timeline, algunos ya considerábamos la jubilación de Richard Donner como un hecho, reaparece en escena con una de las propuestas más sinceras, frescas y sencillas de la temporada.

El director nos conduce por las 16 calles del título, como si nos transportara por un sencillo homenaje a aquel sólido cine de acción que tan en boga estuvo en otra época. A la cabeza nos vienen rápidamente títulos como Jungla de Cristal (Die Hard, John McTiernan 1988) o Límite 48 horas (48 Hrs., Walter Hill, 1982), pero si decidimos ir un poco más allá de la superficie, nos encontraremos con que Donner bebe directamente de filmes como El Príncipe de la ciudad (Prince of the City, Sydney Lumet, 1981) o French Connection (William Friedkin, 1971), en la mejor tradición policíaca de los años setenta.

Como ejemplo de ello, me resulta imposible pasar por alto, la tensa escena del bar, en la que Willis deberá decidir el camino a tomar frente a sus compañeros de trabajo, asumiendo todas las consecuencias que de tal decisión se deriven. Este importante momento está resuelto de forma envidiable por Donner, sin efectismos ni virguerías, tan solo con una puesta en escena contenida y planificada en extremo.
En este breve repaso de escenas, tampoco puedo dejar de lado la impactante secuencia del autobús, que de manera consciente, toma prestada la idea de otra cinta de acción de la época, titulada en España, Ruta Suicida (The Gauntlet, Clint Eastwood, 1977) recordada sobretodo por la impactante escena final, en la que un autobús deberá cruzar entre un autentico diluvio de balas y fuego cruzado.

Por el filme veremos pasar todos los ingredientes necesarios para llevar a buen puerto una cinta de estas características, policías corruptos, comisarías sucias y saturadas de trabajo, persecuciones con coches desvencijados, marginación y hastío callejero. Todo ello fotografiado con estética gris y documental, conseguida, en parte, gracias a un fabuloso dominio de la cámara a mano, pretendidamente casual, pero controlada hasta el último detalle.

Bruce Willis se afianza como un actor versátil, preparado para huir de los encasillamientos en los que han caído algunos de los que podríamos considerar su competencia directa. Con su creíble actuación demuestra que es capaz de transitar por nuevos derroteros y nos avisa de que deberemos estar atentos a sus futuros trabajos. El personaje que encarna, una suerte de policía corrupto que esta de vuelta de todo, acaba por dar un cierto toque de realismo a la historia que, como no podía ser de otro modo, está repleta de tópicos. Pero es que, en el fondo, cabe reiterar que estamos ante una película de entretenimiento que va de cara y que, por una vez, no toma al espectador por bobo.

También David Morse da la talla como el malo de la función. El actor, que se encuentra como pez en el agua tanto en grandes superproducciones (La Roca, Michael Bay, 1996 o La Milla Verde, Frank Darabont, 1999) como en trabajos de autor (Bailar en la oscuridad, Lars Von Trier, 2000) construye un personaje verdaderamente odioso, que cumple dos cometidos, funciona como malo tremendo contra el que descargar nuestra ira y a la vez nos da las pistas para conocer el indigno pasado de Bruce Willis, pues han sido compañeros y amigos durante más de veinte años.

Por último, el criminal de poca monta sobre el que gira toda la trama. Éste está interpretado por el rapero Mos Def, que ya apuntaba buenas maneras en la reciente e injustamente olvidada Guía del autostopista Galáctico (The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, Garth Jennings, 2005). Aunque en un principio se adivina demasiado cargante, también sale bien parado del experimento. Ambos protagonistas aprenderán a respetarse gracias a la interesante confrontación en que los sitúa la cinta.

Resumiendo, 16 Calles se inscribe dentro del maltratado género policíaco y de la acción pura y dura. Richard Donner, artesano responsable de cintas que ya han pasado a figurar en las mejores páginas de la historia del cine, como Superman o La Profecía; ha sabido también brillar como pocos, facturando correctísimos productos de entretenimiento durante más de tres décadas. Lady Halcón, Los Goonies o La Cuadrilogia de Arma Letal así lo atestiguan.
Con esta película, el director se merecería una reconciliación con el gran público, aunque nos tememos que este intento por retornar al cine de acción de los setenta, con buenas historias de fondo, es una batalla perdida de antemano. Así y todo, nada nos impide acercarnos al cine o al videoclub para disfrutar de un producto inteligente, que cumple con creces su función.

Texto: Dani Morell.

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