Fotocrónica: ‘T&L en el Primavera de Oporto. Viernes’

 

DESTROYER:

El jueves terminó relativamente temprano para nosotros, en cuanto a conciertos se refiere. Teníamos fuerzas reservadas para un viernes cuya primera decisión derivaba del solape entre Cass McCombs y Mueran Humanos, dos propuestas apetecibles, pero muy distintas para comenzar la jornada. No tuvimos que elegir al final, porque nos perdimos a los dos por nuestra tendencia a alargar las comidas. Estaba claro, llegaríamos directos a Destroyer y sería un comienzo ideal, al ritmo de las historias de Dan Bejar, empujadas por ese groove de la dejadez tan característico. Ocho músicos sobre el escenario acompañándole (tercer saxo del festival incluido),  para aderezar un repertorio con algunos de los clásicos contemporáneos marca de la casa, como ‘ Chinatown’, ‘Kaputt’, ‘Song For America’ o la más reciente ‘Times Square’. La cosa estuvo repartida, aunque el mayor protagonismo se lo llevó su último disco, ‘Poison Season’, algo más oscuro y vinculado al concepto de rock que manejan en casa Destroyer. Da igual el género, toca varios pero todos suenan a él. La luz del atardecer y un ligero viento te componían algunas fotos curiosas para completar el disfrutable momento. Gran sonido, por cierto, algo que fue la tónica del festival.

 

BRIAN WILSON performing PET SOUNDS:

Hay gente a la que le pasa algo muy parecido a lo que le ocurría al tío de Engé Ndomo cuando veía a su sobrino en ‘Amanece que no es poco’ y salía corriendo al grito de: «¡Coño, un negro!». Cambia al negro por un músico anciano y tendrás la ecuación a la que me refiero. Brian Wilson es viejo, efectivamente, lo podemos notar en sus canas, sus movimientos seniles, su voz castigada y también en el hecho de que homenajeaba un disco que le costó mucho sacar a la luz hace ¡50 años! Pero lo publicó, convirtiéndose en una obra de referencia para la historia de la música contemporánea por su variedad  estilística y las, por entonces, arriesgadas piruetas instrumentales que contenía. El pop siempre ha sido permeable desde aquellos años, en parte gracias a mentes inquietas como la de Wilson. Como público, cada uno elige, si quieres que hoy te canten historias como estas en primera persona tiene que ser un viejo el que lo haga, o doce, como era el caso, pero no es de buen gusto restregarle sus achaques a la gente. Brian ponía las canciones y a los que nos gustan nos toca poner la ternura y la comprensión, ley de vida. En lo estrictamente musical, el espectáculo consistió en un repaso inicial a varios de los hits de los Beach Boys, entre los que destacaría una emocionante ‘Surfer Girl’. Tras el calentamiento playero, se tocaron íntegro el ‘Pet Sounds’ con sorprendente fidelidad en algunos detalles. No es un disco de ritmo frenético, con lo que tampoco noté tanto aquello de lo que avisaban algunas crónicas acerca de un tempo más ralentizado, otra vez fruto de la dichosa edad. La historia de los Beach Boys y del propio Wilson está llena de éxito y contratiempos, de fidelidades y traiciones, pero sobre todo de inmortales canciones. No añadamos los prejuicios a estas alturas de una película que ya está rodada. El simple hecho de ver sobre el escenario, junto a Brian, a su inseparable Al Jardine nos habla de toda una vida dedicada a la música. El aura del momento, que ocurrió al atardecer, era de corte otoñal pero para nada triste. ‘Wouldn’t It Be Nice’, ‘God Only Knows’, ‘Sloop John B’, para qué seguir enumerando, fue bonito, entrañable y muy bien interpretado.

 

 

DINOSAUR JR:

Fue, para mí, el peor solape del festival. Mientras la banda de Brian Wilson tocaba los últimos compases del ‘Pet Sounds’ se escuchaban a lo lejos los acordes atronadores de Dinosaur Jr. Los he visto muchas veces en directo y nunca me han fallado. Siempre intensos, evocadores de un agujero espacio-temporal en el que solo importa la sencillez formal, el doctorado en feedback, los amplificadores al 11 y la sobriedad escénica mientras en el público están explotando las cabezas de placer por el ruido y sus melodías eternas. Impertérrito J. Mascis, engorilado Lou Barlow, aporreando los parches con sus gafas de cerca el bueno de Murph, y que sean muchos más. Obviamente, al no tener el don de la ubicuidad me perdí medio concierto pero salí cortando a fotografiarlos, corearlos y pegar los saltos de rigor. La gente hacía pogo, surfeaba las cabezas y sonreía. Los Dinosaur son de la familia, los queremos. El repertorio da igual, sabéis que siempre mola.

 

 

 

PJ HARVEY:

Al ritmo marcial de ‘Chain Of Keys’ comenzó el mejor concierto del Primavera de Oporto de 2016. Polly Jean reventó desde el primer minuto el termómetro de la elegancia, rodeada de su harén rítmico particular, compuesto por nueve señores músicos de mediana edad. Todos vestidos de negro riguroso. Ella también, deslumbrante y armada con un saxo, instrumento muy presente en su nuevo disco (de hecho, ella es saxofonista desde su adolescencia) e inteligentemente mezclado con el resto.

Basta de tibiezas, ‘The Hope Six Demolition Project’ es un gran álbum y además crece en directo. No sé bien cuando empieza la madurez, pero si es eso lo que está viviendo PJ Harvey, coincide con su mejor momento creativo. Siempre ha sabido combinar la temática que le ha interesado en cada época con el planteamiento instrumental adecuado, la puesta en escena efectiva e incluso ha moldeado una estética certera como puerta de entrada visual a su mundo. Su atrevimiento primero, las adecuadas alianzas después, siempre sumando. El resultado, casi siempre, un nuevo escalón hacia la gloria. Y ahí parecía encontrarse, así estábamos nosotros durante el concierto, en la gloria compartida. ‘Let England Shake’ y su posterior gira ya supusieron un atractivo giro de timón al principio y una ovación generalizada al final. La riqueza lírica y melódica de aquel disco envuelve a éste, compartiendo protagonismo con otra PJ más accesible en las melodías, menos ambiciosa en la búsqueda del misterio, pero muy poderosa y directa tras toda una carrera dedicada al rock’n roll más creciente y poliédrico. Hace tiempo que no es solo una chica dura con una guitarra, sino una de las mejores artistas de su generación, una referencia capaz de asumir el papel, reventando las barreras del género sin más doctrinas que su música.  Tocó prácticamente todo su último disco, salvo una canción, repasó grandes piezas del anterior porque ya son imprescindibles en su repertorio, en un bloque de tres canciones. Se asomó al ‘White Chalk’, al venerado ‘Rid Of Me’ (despeinando al personal con ’50ft Queenie’, quien tuvo retuvo) y al ‘To Bring You My Love’ por partida doble, incluyendo el tema homónimo. Así nos desarmaron, rematándonos con ‘River Anacostia’ una bella pieza de cierta inspiración gospel que terminó a capela, casi a oscuras. Cuando nos marchábamos le comentaba a una amiga: «¿Para qué coño pide la gente un bis? Si ha sido perfecto». No volvió a salir al escenario, ni falta que hacía.

 

Fotocrónica: ‘T&L en el Primavera de Oporto. Jueves’

Es la segunda vez que nos decidimos por Oporto para disfrutar de esa cita que revoluciona durante estas fechas a los melómanos del mundo, el Primavera Sound. Quieras o no, te guste o te moleste, esta marca se ha convertido en referente internacional con todo lo que eso conlleva. Dejando las miserias (artículos en contra, revanchas varias, críticas lógicas, indiferencia hacia el formato festival…) a un lado, que las hay si uno busca, la programación musical que incluyen los carteles del Primavera Sound es sólida, llamativa y te asegura varios momentos gloriosos en cada edición. Y es que soy de mucho disfrutar la experiencia completa, pero a los festivales por lo general voy por la música y luego va ocurriendo el resto. Así que, al tajo:

 

DEERHUNTER

Me parece un inicio inmejorable para un festival. No es la primera vez que los veo en directo. De hecho, sin contar algún encuentro con Atlas Sound, creo que debe ser la tercera vez que recuerdo disfrutar de la música de Bradford Cox y compañía. La primera que me quedó grabada fue muy psicodélica y etérea, la segunda, también en Oporto, cruda y sucia como correspondía a la presentación de su anterior LP, ‘Monomanía’. Esta ocasión fue la más pop de todas, me encontré con unos Deerhunter accesibles y redondos, con sus articulaciones melódicas bien engrasadas. Mezclaron temas de varias épocas con los de su última entrega, ‘Fading Frontiers’, que quizá goza de un peso menor en su discografía pero ofrece algunos momentos álgidos que colorearon muy bien el concierto. La sensación fue la de encontrarse con un viejo amigo y que te salga del alma decirle: «qué bien te veo». Precisamente coincidió con el momento de encontrarnos literalmente a unos cuantos amigos y darnos unos abrazos mientras intentábamos no perdernos detalle con el rabillo del ojo. El final del concierto fue bailongo, gracias al groove enfermizo de ‘Snakeskin’, una de sus últimas dianas, saxo incluido. Por cierto ¿vuelve el saxo con fuerza?¿Alguna vez se fue?¿No estaba denostado?. Muy bien Deerhunter y sus conciertos que nunca te dejan indiferente.

 

JULIA HOLTER

Con el concierto de Julia comenzó uno de los típicos debates de festival, sobre la conveniencia de programar esto o aquello a según qué horas. O la necesidad de que algunas propuestas cuenten con una alternativa más o menos opuesta. Vamos, que el primer día de festival a las nueve de la noche hay gente que quiere que le den un buen empujón  y otros que disfrutan de una subida de ritmo amable para no descarrilar. Yo suelo ser de los del empujón, pero me gustan las canciones de Julia Holter y la forma en la que las arregla en directo. Influye el hecho de que la conocí cuando actuó en Cartagena, en la Catedral Vieja, un escenario en el que ella misma estaba flipando por la magia que implica. A priori, el del Parque Da Cidade de Oporto, con su vegetación y cuidadas laderas, también lo era, pero entre el público amante de la velocidad había cierta inquietud y ningún plan B. Y después era el turno de Sigur Ros, iba a faltar café. Estas sensaciones, extraídas de los que me rodeaban, suponían cierta presión para el disfrute pleno de la experiencia. Aún así lo conseguí, y entre inevitables conversaciones (somos un animal social, no olvidemos) me metí de lleno en algunas melodías y recibí con gusto un formato tan poco «festivalero» como el de teclado, contrabajo, violín y batería, con un saxo ocasional, segunda aparición de este instrumento en el festival. Valiente Julia Holter y muy atractivo su último disco, ‘Have You In My Wilderness’. La próxima vez sentado y en silencio.

 

SIGUR ROS

Lo intentamos, pero poco. Lo que hablábamos antes de la velocidad, si el cuerpo te va pidiendo un poco de cachondeo solo acepta que lo frenes a cambio de canciones que te gusten, lo que sostiene un buen concierto. En el caso de Sigur Ros no me pasa eso. Ni los he seguido nunca, ni conozco bien su obra, ni me apetecía verlos en ese momento, con lo que era imposible que aguantara su propuesta. A su favor diré que sonaban como esos ángeles a los que parecen evocar y que cuentan con una puesta en escena espectacular en producción y juegos de luces. Todo en el buen sentido, con algún bostezo pero sin rencores. Como seguía sin haber Plan B musical, nos fuimos a cenar y a beber un poco, preparándonos para tocar el techo de la jornada un rato después. Aprovecho para mencionar la variada oferta gastronómica de la zona de jalar, con su moderado sobreprecio pero buen sabor en general.

 

PARQUET COURTS

Con la barriga llena, los ojos rojos y los pies descansados nos plantamos ante una de las sensaciones continuas (no dejan de serlo) de lo que cada uno denomina como le apetece, pero yo reduzco a un simple concepto: rock. Para mí es eso lo que ejecutan a la perfección Parquet Courts, música rock con los dos pies bien plantados en la época que vivimos, sin miedo a las influencias pero con la punta de la lengua siempre bien cargada, preparados para escupirle a los etiquetadores compulsivos. ¿O acaso el fraseo hipnótico con el que sueltan sus versos no es una forma elegante de escupir? Son rudos para hacer música y eso te hincha el pecho, pero cada vez acentúan más su huida de lo obvio. Ya comienzan a impresionar con intensos desarrollos instrumentales basados en su característico trenzado de guitarras crujientes. Parecen estar en un momento estupendo, con su último (y quizá mejor) disco, ‘Human Performance’, que todavía quema y embrutece a la gente. Te atrapan porque son como tú, pero saben quejarse mejor, hasta el punto de convertirse en lo más parecido a un cronista oficial de lo cotidiano que podrías soportar.

 

Optimus Primavera Sound, punto de inflexión

Parque da Cidade, el mejor recinto posible

Este año ha costado, mucho, no soy el único que ha sido zarandeado por la situación económica y laboral en los últimos tiempos y eso te lo pone difícil a la hora de disfrutar de tus aficiones favoritas. Las mías suelen ir ligadas a la música. Además de economizar, necesitaba también cambiar de aires para disfrutar una de mis citas ineludibles del año, el Primavera Sound. Recuerdo perfectamente la primera vez que asistí a este festival, era su segunda edición, en el Poble Espanyol, después vinieron muchas más. Inmediatamente me atrajo lo variado y original de su cartel y ese afán de diferenciarse del concepto masivo que ya se hacía muy patente en otros eventos como el FIB. O eso me lo parecía a mí, porque lo cierto es que con los años, como era de esperar, la edición barcelonesa de este evento también se ha masificado, creciendo hasta convertirse en una especie de monstruo inabarcable para muchos. La calidad del cartel, con algún que otro guiño efectista demasiado cantoso, ha permanecido año tras año a un nivel muy alto, aunque hoy ya excesivo en la cantidad de oferta de grupos y escenarios. Todo cosas del negocio, supongo.

Lo bueno que podemos extraer de esta reflexión es que los beneficios de ese negocio parecen haber sido invertidos con más o menos éxito en distintas ramificaciones que nos hacen mantener la esperanza a los que siempre hemos pensado que la marca Primavera Sound, con sus bondades y miserias, ha creado los mejores y más variados carteles de festival que se han visto en España, posicionándose entre los mejores del mundo en los últimos años. El Primavera Club como hermano pequeño de invierno tendría bastante que debatir para mi gusto, es una buena idea pero con algunas cosas muy importantes que pulir. De lo que yo quiero hablar realmente es de la ramificación portuguesa del asunto: el encantador Optimus Primavera Sound. 

Seguir leyendo Optimus Primavera Sound, punto de inflexión