T&L 72 – ‘Vinos y vinilos: Las aventuras de Charlie Mysterio en La Postiza’

El día después, por Belén Conesa

 Hace unos meses, tras compartir una de las sugerentes nuevas canciones que nos ha ido mostrando Charlie Mysterio durante el 2014 bajo el paraguas de culto de Los Caramelos, mi amiga Belén me contaba que conocía al artífice de esa música. Cosas de la vida. Belén es una mujer inquieta, formada y sin poses que ha puesto en marcha recientemente un proyecto consistente en alojar durante periodos de tiempo concreto a los artistas de todo el mundo que así lo soliciten. El concepto de “residencia artística” es algo de lo que yo había oído hablar y que, aunque requiere una explicación, en unos minutos se entiende fácil, basta con preguntar. Quizá está más extendido en otros lugares y no tanto por estos lares. Sobre el terreno, La Postiza es, básicamente, una casa en la huerta con varios rincones cuyos responsables han ido (y siguen) adaptando con una finalidad principal: generar espacios para el intercambio cultural, sin más… ni menos. Esto conlleva un esforzado proceso, además de un riesgo, un gasto, mucha ilusión y unas dosis de albañilería, entre otros oficios que se aprenden por el camino.

Las andanzas de Charlie Mysterio se cruzaron finalmente con La Postiza tras un fluido intercambio de cordiales correos electrónicos. Por ahí me colé yo en la historia a petición de Belén, para ayudar. Los Caramelos querían venir a tocar porque les apetecía, con la condición de que la entrada (y la salida, ojo) fuera libre. Ellos se encargaban de traer el equipo de sonido para el concierto y nosotros montábamos todo lo necesario para hacer una fiesta, incluyendo radio en directo, la infraestructura necesaria para el avituallamiento y también la posterior pinchada.

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