Patti Smith, flashes y sombras

Curioso, es la segunda ocasión que tengo de ver a Patti Smith (la primera en un auditorio) y la verdad es que musicalmente me puso más y mejor las pilas cuando la vi en un escenario grande, en abierto, con electricidad. Hasta ahora había pensado justo lo contrario, que una recitadora experimentada como ella ganaría mucho en las distancias cortas, en un espacio cerrado con el ruido atenuado a su alrededor, incluso lo sigo pensando ¿Me gustó entonces su concierto en Cartagena? La respuesta sería un sí, sin más. Por lo que representa, por lo poético de de su idealismo, por la fiel relación de largo recorrido con Lenny Kaye y por la forma en la que transforman todo eso en música sobre el escenario. Mi «sí», por supuesto, tiene varios peros.


Pese al magnetismo que su propuesta artística tiene de base, me da por pensar que a Cartagena vino a medio gas, algo falló y creo que fue la energía. Quizá por la frialdad que el auditorio El Batel (es auditorio, sí, pero no precisamente un espacio íntimo) puede aportar para según qué espectáculos, y más si son semi acústicos como este. Lo mismo fue el flash asesino de la cámara de fotos del que se sentaba delante de mí, que me sacaba del concierto (oficialmente no se podían hacer fotos). A lo mejor le chupó la energía la banderita de CCOO que, dicen, portaba durante la huelga general. O puede que el mito alrededor de la Smith siempre haga que uno se espere un concierto notable. También puede ser que algunas de su referencias dispersas a la tierra, los ríos y tal suenen un poco new age, no sé, sus momentos tuvo pero… Me pasó exactamente lo mismo con su libro ‘Éramos unos niños’, que me proporcionó muy buenos momentos de lectura pero también algún resoplido cuando forzaba la máquina de lo profundo y espiritual. O lo mismo es que tampoco tiene tantos temas buenos y todo pende de la intensidad interpretativa (el primer concierto que vi de ella iba bastante trufado de versiones), o que me falta sensibilidad para creerme sus reivindicaciones del todo. Pero vamos, que estuvo bien, una noche agradable de música ¿rock?, buena compañía y algunas fotos «robadas» a una de las últimas leyendas vivas de su tiempo.

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