Los valientes propósitos de Alondra Bentley

Alondra Bentley, retratada por Julia Lomo para la promo del disco.

   Tenemos pendiente una cita en condiciones con Alondra Bentley. Radiofónica, a ser posible. Pero como vamos a nuestro aire, ella está felizmente ocupada ahora y las circunstancias no siempre se producen al gusto de todos, esperaremos al momento adecuado. Llegará, porque siempre nos agrada pasar un rato con ella.

    Hace unos cuantos años ya que sus trinos comenzaron a llamarme la atención, los suficientes para poder desterrar de una vez la socorrida (y manida) comparación con un pajarillo. Bastantes para dejar de utilizar el comodín de la dulzura campestre, el “ay-qué-bonico-todo” y centrarnos en el verdadero eje vertebrador de lo que importa en la obra de Alondra. Ha conseguido, aún de lleno en su juventud, reunir una estupenda colección de canciones atemporales que gravitan sin complejos en torno a las grandes composiciones clásicas de la música popular. Es melómana, se nota, aunque eso no te hace necesariamente buena compositora, incluso puede ser un arma de doble filo tanto referente cruzado. En su caso, todo lo escuchado parece haberle otorgado una vara mágica de medir, la de saber hacer redonda una canción. Esa melodía que te atrapa, la evocación adecuada, el estribillo adictivo. Lo que importa es eso, quería decir, saber convertir lo abstracto en algo tangible, pragmático pero bello. Se trata de hacer canciones, ¿no?

La presentación de ‘Resolutions’. Fotos de Romu López.

    Durante esa laboriosa construcción de su particular castillo (siempre de naipes, no nos olvidemos de los frágiles cimientos sobre los que se sustenta una dedicación a la música), se ha ido fraguando el directo cuya presentación pudimos disfrutar el pasado viernes en el Teatro Circo de Murcia. Se trata de su nuevo espectáculo en el que presenta Resolutions’, un disco importante por muchos motivos. Discretamente se cruzó el charco huyendo de la candidez, buscando el groove cálido del músico y productor Matthew E. White, con una libreta de canciones que se han convertido en su álbum más valiente. En la forma, se ve claramente un giro hacia los sintetizadores, pinceladas orquestales y la intención de darle un descanso a su fiel guitarra acústica. En el fondo sigue siendo ella, quizá más que nunca, perfilando su arte para contar sensaciones vitales con sencillez. En el conjunto, una vez visto el directo, hay que insistir en la valentía. ¿Por qué?

    Lo explico, y es una impresión bastante personal. Siempre he pensado que en los tonos medios-graves de su voz es donde más le cuesta templarla, sobre todo en la dura prueba del directo. Pues bien, ahí es donde se juega la belleza de gran parte del disco nuevo. Y ahí, en lo nuevo, es donde están puestas las miradas de sus seguidores en esta gira. Me pareció notar, maniático de mí, rasgos de esa imperfección en este enésimo concierto que he visto de Alondra, sobre todo en las primeras canciones del setlist. Dos cosas al respecto: la gira está recién nacida y, con todo, salió airosa del lance. Y tres, cuando sube a los agudos con su voz se convierte en una especie de super heroína capaz de cualquier cosa. Y así su aura fue creciendo conforme avanzaba la noche. Un tanto susurrante de más al hablar, para la solidez que tiene lo que está presentando. Quizá la costumbre de lidiar con zagales en sus conciertos infantiles.

Alondra Bentley y Nacho Ruiz (Gran Derby, Nine Stories), «acústico» en Ave Mono.
 

    Acabaré alabando a los arquitectos de esa solidez musical que menciono, la banda que le acompaña en esta aventura, fundamentales en los últimos años de la artista. Chema Fuertes, Cayo Bellveser, Pepe Andreu y Toni Blanes. Versatilidad y encanto ya conocido en los dos primeros, que lo hacen todo bien y le han pegado su habilidad multiinstrumentista a Alondra, que se atrevió con guitarra, bajo y teclados. Pepe lleva las canciones a su techo con los vientos cuando ya parece que no pueden crecer más y Toni dotó de precisión y seguridad el nuevo directo. Por cierto, los temas antiguos, algunos ligeramente remozados, han quedado muy bien encajados en el repertorio (tengo debilidad por One Friday Morning’, ‘Giants Are Windmills’ y  por la “Nashville-friendly” ‘My sister and me’). Antonio Illán, maestro del sonido, pilotó la nave en Murcia con su temple habitual. 

    Como esto no es una crítica de concierto, más bien una reflexión personal sobre su música que tengo pendiente hace un tiempo, paso de ponerle nota. Sería absurdo. En todo caso, le pondré un post-it que diga: “Alondra, felicidades, buen concierto. Resolutions’ me ha encantado, por si se me olvida decírtelo cuando nos veamos”. 

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